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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Medio punto menos de PIB

El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ha constatado lo que era un secreto a voces: la economía española crecerá por debajo del 3% este año, concretamente al 2,5% y el año que viene al 2,1%. De hecho, aunque la previsión del Gobierno sigue oficialmente en el 3,1%, el propio vicepresidente en funciones, Pedro Solbes, ha aclarado varias veces que ya se había quedado desfasada. Sin embargo, por anunciada, la constatación por parte del Banco de España de la debilitación de la actividad -especialmente si se compara con el 3,8% de crecimiento de media de 2007- supone poner fin al debate, estéril, sobre la capacidad de la economía española en estos momentos. Como el propio Ordóñez se encargó de matizar ayer en Las Palmas, un PIB que supere el 2% supone toda una hazaña con una recesión en ciernes en Estados Unidos y un entorno internacional desfavorable.

Al fuerte descenso de la actividad se sumó ayer una nueva subida de la inflación, de dos décimas, hasta el 4,6%, cifra desconocida desde enero de 1997. Están fallando las esperanzas de los expertos que preveían que la ralentización mundial traería como efecto positivo un abaratamiento del petróleo que permitiese dar un respiro a los precios. Al crudo se suman unas materias primas, especialmente productos agrarios y ganaderos, que continúan desbocados, lo que ha impedido la ansiada corrección.

Menos crecimiento y más inflación son, pues, una mala combinación que complica cualquier política económica o monetaria. Sin embargo, corresponde a los distintos actores políticos y económicos obrar en consecuencia y con prontitud. El Gobierno debe, en la medida de lo posible, actuar en un doble frente.

En primer lugar -lo más urgente-, intentar recuperar en la medida de lo posible la confianza de los españoles, lo que no supone lanzar falsos mensajes de optimismo. La crisis inmobiliaria con caída en las ventas y suspensiones de pagos de algunas empresas está lanzando un mensaje muy pesimista al conjunto de los españoles. El riesgo es que esa desconfianza acabe trasladándose seriamente al consumo y se acaben infectando otros sectores. Es una espiral que se debe parar lo antes posibles, por lo que sería conveniente que el nuevo Ejecutivo presente medidas que fomenten la actividad a la mayor brevedad.

El segundo frente exige cambios de mayor calado. Los retos son modificar el modelo de crecimiento de los últimos años y actuar contra una inflación crónica en España. Romper con la fuerte dependencia de la construcción como motor económico exige medidas en formación, innovación e infraestructuras. Respecto a la inflación, será preciso acometer las reformas tantas veces aplazadas para liberalizar determinados sectores cuya apertura a la competencia no es del todo eficaz.

Todo ello va a exigir, por un lado, fuertes inversiones en un momento en que el superávit se va a resentir por el menor crecimiento y, por otro, romper resistencias endémicas. Por eso, sería aconsejable el consenso entre Gobierno, oposición y agentes sociales para acometer las reformas con éxito. El inicio de la legislatura es un buen momento para ello.

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