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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un perverso efecto mariposa

Tres meses llevamos los periodistas preguntando a los expertos qué demonios va a pasar en las próximas semanas. Y tres meses llevan los disciplinados expertos contestando como buenamente pueden. Eso, sólo en 2008, porque la incertidumbre arrancó en verano de 2007 y no tiene pinta de aclararse a corto plazo. Y nadie que esté en su sano juicio y sea un poco sincero puede decir qué se puede esperar de la economía y los mercados.

En todo caso, y después de las últimas dos semanas de Bolsa, da la sensación de que los riesgos para el inversor se han equilibrado. Los inversores profesionales empiezan a percibir que apostar en contra de la Bolsa y fallar es casi tan probable e igual de costoso como entrar en el mercado y meter la pata. Lo que, aunque no sirva para construir una base sólida, sí parece evitar que las apuestas contra el mercado tumben las cotizaciones con tanta furia como se ha visto últimamente. El mercado parece haber encontrado no un suelo, pero sí un asidero al que agarrarse. Un asidero precario, que puede saltar por los aires si otro gran banco tiene problemas graves, pero mejor que no tener nada. Queda por ver si con el cambio de trimestre también remiten las tensiones en el mercado interbancario y si los índices de riesgo crediticio regresan a la atmósfera terrestre desde los disparatados niveles actuales.

Estas etéreas cuestiones tienen mucho que ver con la economía a pie de calle. Debido seguramente a la masiva apuesta por el patrimonio inmobiliario de los ciudadanos de este país, la expectativas de enfriamiento han brotado con muchísima más virulencia en la tasca de la esquina que en los despachos de la última planta. Y, la verdad, tan poco sentido tiene creerse más rico porque el piso en el que uno vive haya multiplicado su precio como creerse más pobre porque venderlo sería difícil.

El parón inmobiliario dañará la economía y destruirá puestos de trabajo, pero no tiene por qué desatar una crisis a gran escala. A no ser que la crisis crediticia se prolongue en el tiempo y se agrave en intensidad. Entonces los problemas pueden ser más serios, pues supondría combinar un descenso de la demanda -ligado al parón productivo en construcción y al efecto psicológico de la pérdida de patrimonio- con problemas en el lado de la oferta. Es el nexo de la economía virtual con la real, el que une las prácticas hipotecarias en El Paso, Texas, con la banca de Wall Street, con el crédito y con la economía a pie de calle.

Nuño Rodrigo Redactor jefe

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