La república de Dios
El Monte Athos, en Grecia, es un lugar habitado y regido sólo por monjes, donde no pueden entrar turistas ni mujeres, y repleto de tesoros artísticos
Aunque lo llaman Montaña Santa (Agion Oros), es en realidad un dedo oblongo de sesenta kilómetros de largo y diez de ancho, al final del cual se alza la uña de granito del Monte Athos, con más de dos mil metros de altura. Un territorio bellísimo y salvaje, desconectado del mundo. El estado griego garantiza que así sea. No hay carreteras, ni coches, ni tendido eléctrico, ni pueblos; sólo monasterios y monjes. Un único barco parte de Ouranóupolis, en la frontera de la península, y regresa en el día; otra nave más chica recorre los monasterios de la costa oriental. No hay turistas; sólo pueden entrar, con un salvoconducto, algunos peregrinos o estudiosos, por un máximo de cuatro días.
Tampoco pueden entrar mujeres, niños o adolescentes, ni siquiera animales hembra, desde hace más de mil años. Todo empezó cuando las luchas iconoclastas en la iglesia oriental, en el siglo IX: los monjes perseguidos por venerar los iconos se refugiaron en este limbo agreste. Fueron protegidos por los emperadores bizantinos y, más tarde, por los sultanes otomanos. Los monjes formaron así un estado teocrático prácticamente independiente, regido por unas typica o cartas constitucionales; éstas fijaron en veinte el número de monasterios, los cuales son ciudadelas autosuficientes colgadas de los acantilados o sepultadas en la espesura. A estos monasterios hay que sumar los skiti (abadías) y hasta cuatro categorías más de moradas ascéticas.
Diferencias
Sólo se puede entrar en Athos en calidad de peregrino y el permiso de estancia es de un máximo de cuatro días
Las más primitivas pueden consistir en una ruda ermita, incluso en una cueva del acantilado (como las de Karulia) donde el ermitaño no tiene más contacto con el mundo que una soga y una cesta que descuelga por la pared de roca para que le pongan comida. Los veinte monasterios son pequeñas aldeas amuralladas, siempre con la iglesia común (katholikón) en su centro. En ésta se reúnen los monjes a las tres de la mañana, (empieza su jornada). Después de los oficios, largos y pomposos, tiene lugar la única comida del día, aunque por la tarde hay otra colación frugal; son vegetarianos estrictos, ni siquiera consumen leche o huevos (sería preciso tener vacas o gallinas, pero, ay, son hembras); sí consumen mucho pescado, y vino bronco.
Tras los rezos, los monjes se esfuman, unos salen a pescar, otros acuden al huerto, otros pintan iconos o fabrican objetos píos; los hay también jóvenes y preparados que se enfrascan en las bibliotecas, o restauran códices, partituras o iconos valiosísimos. Algunos monasterios poseen tesoros fabulosos, regalo de emperadores y fieles. Son varios los monasterios que en sí mismos son una joya artística, con relieves de mármol y frescos bizantinos; como el Megisti Lavras, el más antiguo, o los de Íviron, Kutlumusiu, Vatopedi, Chelandari y Xenophontos. Otros son sencillamente espectaculares por su emplazamiento, colgados sobre el piélago, como Simonpetra, Gregoriu, Dionisiu o el ruso San Panteleimon.
Entre los monasterios sólo hubo, hasta hace poco, senderos de cabras. Ahora hay algo parecido a caminos, pero sólo los monjes conducen algún todoterreno desvencijado; nadie puede entrar en Athos con su coche. El barco deja a los peregrinos en Dafni, el embarcadero de Karyes, que es la capital, donde están los edificios de gobierno de la Santa Comunidad. En el muelle de Dafni funciona el único bar de la república y, al partir, un aduanero registra concienzudamente cada mochila, no vaya a contener algún souvenir más antiguo o valioso de lo que dicta la simple piedad.
Guía para el viajero, cómo ir
Sólo se puede entrar en Athos en ferry, que zarpa cada mañana de Ouranóupolis (a una hora en coche de Salónica). Previamente hay que obtener salvoconducto en la propia Ouranóupolis; para ello hay que tener reservada fecha y haber cumplido ciertas formalidades en el Ministerio para el Norte de Grecia de Salónica. Prohibida la entrada a mujeres y cámaras de vídeo. Sólo se puede ir como peregrino, o acreditar un interés artístico o científico y el permiso cubre un máximo de cuatro noches.El permiso da derecho a dormir y comer en cualquiera de los monasterios. Todos tienen una hospedería y un monje hospedero (que puede hablar inglés). Las comidas se hacen con los monjes, a sus horas. El desplazamiento de un monasterio a otro hay que hacerlo a pie, a veces escalando riscos; una mochila es ya mucho equipaje. Hay algo parecido a carreteras en alguna parte y los monjes te llevan (previo pago) en su todoterreno.www. inathos.gr, www.ouranoupoli.com