Nadie llora por Colonial
De acuerdo. El sector inmobiliario español no ha hecho del todo las cosas bien. Casos de corrupción, elevados precios y operaciones demasiado apalancadas han dañado sus cuentas y su imagen. Y también las de ciudadanos españoles, tanto inversores como compradores de vivienda.
Pero tampoco hay que olvidar que el sector inmobiliario ha sido una de las claves que explica el crecimiento de la economía española en la última década. Y que son los hogares, las primeras y segundas residencias, las propiedades más valoradas por la mayoría de los españoles. Y que, más que ningún otro sector en España, el inmobiliario ha creado gran número de puestos de trabajo, tanto directos como indirectos. Y que en estos últimos diez años el inmobiliario español se ha convertido en uno de los líderes mundiales del sector. Las compañías españolas iniciaron hace prácticamente una década un giro en sus inversiones dedicándose a comprar empresas extranjeras y a hacer negocio en otros países, Francia, Alemania, Polonia, Rumanía, Bulgaria, México y Marruecos, fundamentalmente. Una aventura que pocos sectores del empresariado español se ha atrevido a acometer, alcanzando un gran nivel de especialización. Y compañías de otros países y ciudadanos extranjeros han elegido este país para comprar su segunda residencia; las condiciones de vida que permite la costa española son únicas en el mundo.
Colonial, bajo la presidencia de Luis Portillo, se encaminaba a convertirse en la primera inmobiliaria de Europa. Le faltaba la adquisición de otra compañía internacional para reinar en el continente. Una fusión con la francesa Gecina, o con Metrovacesa (antes de que fuera dividida entre sus principales accionistas) hubiera situado a Colonial como líder europeo. Y a diferencia de la mayoría de sus competidores sería una compañía con presencia en varios países y en distintos negocios dentro del sector inmobiliario (residencial, patrimonial, centros comerciales...).
Un 'campeón nacional' menos para la economía
La pignoración por parte de los principales accionistas de sus títulos como garantías ha provocado que el destino fatal de ellos mismos se haya ligado al de la inmobiliaria. La crisis del sector en España y la crisis financiera mundial han acentuado la caída. Pero aunque el valor en Bolsa de Colonial se haya derrumbado, la compañía sigue siendo propietaria de edificios que son sedes de grandes multinacionales en Madrid, Barcelona y París, entre otros valiosos activos. Y del 15% del grupo FCC.
La salida que le queda a los propietarios de Colonial es la venta de la compañía. Si los bancos dan su visto bueno a la operación, que está por ver, Investment Corporation of Dubai será su nuevo dueño. El líder de un sector tan importante para la economía española como el inmobiliario, dejará de ser español. Y eso no parece importar a nadie.
Cuando se han sugerido operaciones como la compra de Endesa, ahora de Iberdrola, o de Iberia por parte de compañías extranjeras, más de uno se ha rasgado las vestiduras por la pérdida de la españolidad de uno de los campeones nacionales. Y se han alzado voces llamando a la intervención del Estado. Sin embargo, la venta de Colonial a un fondo extranjero no ha suscitado ese debate.
Si Colonial en lugar de ser una inmobiliaria fuera una farmacéutica, una energética o una compañía informática la sensación de pérdida sería mayor. También si la compañía estuviera en una situación financiera saludable. Da la impresión de que nos avergonzamos del sector inmobiliario que tenemos. Y ciertamente son numerosos los casos como para sacar los colores a cualquiera.