Cuatro destinos para Semana Santa
Desde un crucero por el Mediterráneo hasta playas de ensueño en Cuba. Estas vacaciones hay para todos los gustos.
Un respiro providencial para escapar de la rutina y aguantar hasta el verano. Sólo que este año se presenta algo precoz: eso invita a buscar destinos cálidos, soleados. Como los días son pocos, no pueden ser paraísos lejanos; o estar, en todo caso, bien comunicados y ser accesibles. Un puzle, en fin. He aquí cuatro propuestas, a modo de pistas para ayudar a encajarlo.
Los cayos de Cuba
Las miradas de todos se vuelven de nuevo hacia la isla. Algo puede estar cambiando en ese territorio dilatado, donde hay mucho para elegir. Si se escoge la postal tópica caribeña, playas de talco y palmeras indolentes meciéndose sobre aguas turquesas, hay que pensar en los cayos. Son un reino anfibio, un sopicaldo de islas e islotes en un mar que alcanza, como mucho, los diez metros de hondura: ideal para el buceo. Hay en Cuba más de 1.600 cayos, tanto en su lomo norte como en su vientre meridional. Algunos más grandes y apetecibles para el turista, y sobre todo, más a mano.
Cayo Coco, en la parte central del litoral norteño, es uno de los más grandes (la cuarta isla satélite, en extensión) y preparados. Colón bautizó a éste y a sus cayos vecinos como Jardines del Rey. Ha conservado bien su aspecto original por una razón sencilla: es un Parque Natural. A pesar de lo cual sus playas de arenas lechosas y aguas translúcidas están colonizadas por hoteles bastante respetuosos y muy coloristas. Para acceder a la isla hay que utilizar un pedraplén de pago, es decir, una carretera que pasa de puntillas sobre el agua somera.
Otra calzada similar une Cayo Coco con el más chico Cayo Guillermo, por donde anduvo pescando Hemingway (a él le debe el nombre Playa Pilar, la más salvaje). También está unido por carretera con estos dos Cayo Romano, cuyo desarrollo turístico empezó después. Más hacia el oriente (en la provincia de Holguín, a una hora de esa capital), Cayo Saetía es muy distinto, con más relieve y vegetación: tal vez uno de los paisajes más bellos de Cuba, convertido en reserva de animales y con algunos de los más lujosos y exclusivos resorts de Cuba.
Palacios del desierto
Están cerca, relativamente, y es buen momento para dejarse deslumbrar por ellos: el clima es ahora muy benigno, y están floreciendo los oasis. La ruta de las casbahs sigue encandilando la imaginación de los viajeros. Sobre todo la de aquellos que ven con nostalgia cómo Marraquech, la gran maga, la puerta del desierto, se inclina sin ambages del lado de la modernidad, incluso del lujo, en cuestión de turismo.
Pero a escasos kilómetros hacia el Gran Sur, todo cambia de repente. En el paisaje agreste, casi despiadado, los oued (torrenteras, podríamos decir) abren valles donde cada gesto de vida parece un milagro. Eso parecen las casbahs que se suceden, como cuentas de un tasbith (rosario), por los valles del Draa, del Dadés o del Ziz. En el punto de partida hacia esos valles, Ouarzazate parece convocar todos los sortilegios. Por allí son varios los palacios de tierra bermeja amasada con mimo para crear filigranas y geometrías silenciosas; alguno ha servido de decorado en películas famosas (como Lawrence de Arabia) fijándose inconscientemente en nuestro personal archivo de imágenes.
Por el valle del Draa, que arranca en Agdz (Agadés) se suceden los qsur, fortalezas rojizas, desgastadas, como diluidas por una lluvia imaginaria; hasta llegar al oasis de Zagora y luego, la hamada o extensión desolada del desierto. El valle del Dadés, en cambio, es más generoso en relieves (como las gargantas pintorescas del Dadés, o las de Todra), en palmeras, adelfas y casbhas: Kabbaba, Dar Saichil, Dar Ait, Souss y la más bella de todas, Amerhidil.
Crucero por el Mediterráneo
Puestos a quedarse en el área del Mare Nostrum, ¿qué mejor que un crucero? En una sola semana se tocan muestras tan significativas que el periplo viene a ser algo así como una pastilla concentrada de jugos familiares. Además, los cruceros están de moda, no hace sino crecer el número de adeptos (en España, según fuentes del sector, entre un 15% y un 20% cada año). Y si se contratan con cierta antelación (esto es importante) el ahorro puede llegar hasta un 40% del precio normal.
Otra cosa importante: fijarse bien en la naviera, el barco y los servicios que se contratan. Algunos catálogos en papel cuché siguen vendiendo como cruceros de lujo y ensueño lo que no superaría, comparado con tierra, un hotel de dos o tres estrellas. Porque, está claro, en un crucero la maquinaria del viaje es tan importante o más que el propio destino.
Es fácil de entender; pongamos un crucero bastante común, el que saliendo de Barcelona promete mostrar, en una semana, Florencia, Roma, Nápoles, Malta y Túnez, con regreso a Barcelona. ¿Qué dará tiempo a ver, en un día, de Roma o Florencia, teniendo en cuenta que se atraca en Civitavecchia y Livorno, respectivamente, que se precisa más de una hora para ir del barco a la ciudad, y otra para volver, y que hay que estar de regreso a bordo antes de las cinco de la tarde? Evidentemente, los destinos que salen mejor parados son Malta y Nápoles, ya que la nave fondea en el corazón mismo de la ciudad. Así que vale en este caso lo del poeta Cavafis, tan mediterráneo el hombre: lo importante del viaje es el viaje mismo, sus peripecias y experiencias, más que la Ítaca soñada.
Las playas de los dioses
Bali queda lejos en los mapas, pero los paquetes turísticos se encargan de acortar de algún modo las distancias. Es una de las cerca de 3.000 islas que componen el mosaico de Indonesia, es algo más grande que Mallorca y es, sobre todo, muy especial: al contrario que en el resto de su entorno, en su territorio predomina la religión hindú. La cosa tiene su miga; porque la presencia de la religión en la vida cotidiana es abrumadora. Y le da un colorido vibrante y un tono, más que relajado, casi místico, hasta el punto de que la llaman 'la isla de los dioses'.
Lo cual no quita que sea, a la vez, un paraíso vacacional. Lo son sus resorts de lujo, casi impensable, esparcidos por paisajes de arrozales y cultivos por toda la isla, con spas célebres por su refinamiento. Pero es en su cono sur, con la península de Badung y varias islas satélites, donde se concentra el turismo de sol y playa. La capital de esta costa mundana es Kuta, una población que no se diferenciaría gran cosa de otros centros vacacionales y cosmopolitas de no ser por el exotismo decorativo, la oferta gastronómica, o las tiendas de anticuarios y piezas artesanas a precios increíblemente bajos.
Es el enclave elegido por muchos australianos para sus vacaciones de playa, eso explica una animación imposible de encontrar en el resto de Bali. Más tranquilos que Kuta son los poblados de Benoa y Nusa Dua. Las playas son excelentes, y el agua muy cálida -en la isla nunca baja el termómetro de los 25 grados-. Los deportes acuáticos de todo tipo cuentan con buenas instalaciones y una de las opciones más recomendables son las excursiones a las islas de Serangan o Lembogan, bien preparadas para estas incursiones diurnas: un paraíso dentro del paraíso.