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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El fondo, la forma y los disputados indecisos

En el otoño de 1960 la televisión americana retransmitió el primer debate electoral de la historia entre los candidatos a la Casa Blanca. Richard Nixon, el líder republicano, portaba la aureola de gestor solvente como vicepresidente que perdiera una década después como presidente; John F. Kennedy era un aspirante juvenil sin experiencia, pero tocado de la gracia y la sal de la comunicación que le acompañó hasta su asesinato en Dallas. Expusieron lo que sabían y como sabían, y el acontecimiento cambió los pronósticos y dió una ajustada victoria a los demócratas. Quienes siguieron el intercambio de golpes por la radio, que aún tenía la soberanía mediática en EE UU, consideraron ganador al Nixon que transmitía la seguridad de un probo gestor. Pero quienes lo siguieron por la televisión emergente tuvieron claro que era Kennedy el vencedor. Mientras Nixon aparecía en escena tras una jornada agotadora, con barba de catorce horas e incapaz de reprimir el sudor, el demócrata de origen irlandés llegó como un pincel: aseado, descansado, relajado, exultante. La imagen ganó al contenido, y se convirtió, para siempre, en la variable capital de la confrontación electoral. En EE UU y aquí.

España ha rescatado los debates televisados cuando las encuestan están más igualadas, y cuando, al menos en teoría, hay más voto indeciso que nunca. De ser cierto, serán los debates los verdaderos árbitros del 9 de marzo, o al menos tan importantes como la solidez de las ofertas electorales. Veremos.

El primer asalto lo ha perdido el PP en el terreno donde tenía más que ganar: malestar económico, candidato propio con arrojo, y adversario pasivo. Pedro Solbes llevó al terreno de las cifras, los escenarios envolventes y la modorra parlamentaria a un Pizarro que, sin colmillo político, tuvo problemas para salir del guión de Génova. Si no hay pelea, Solbes gana siempre, como el experimentado peso pesado de sumo que hace bailar a su alrededor a los púgiles mal entrenados. La imagen no le ayudó, pero Solbes proyectó solvencia y seguridad, y esparció con ironía entre el público las dudas del adversario, que desaprovechó un par de inexplicables errores del vice para comerle la merienda. Porque, señor Solbes, ¿de verdad cree usted que '200.000 euros no es una cantidad importante' para las familias más endeudadas de Europa?, o que, de verdad, ¿las pensiones no le importan a la gente?

El lunes, otro combate con otros púgiles. Segundos fuera.

José Antonio Vega Subdirector de Cinco Días.

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