Lo interesante está en las gradas
El latiguillo televisivo de 'el espectáculo está en las gradas' es típico de partidos jugados en estadios míticos por historia y afición. Es un lugar común que refleja un buen ambiente en la tribuna, pero también de un mal partido. Porque cuando el partido es bueno nadie mira a las gradas. Cuando el espectáculo está en las gradas suele ocurrir que ninguno de los equipos consigue bajar el balón al suelo y, más preocupados por no recibir un gol que por conseguirlo, acaban por aburrir a las ovejas.
En el último par de semanas el espectáculo de los mercados está en todos los sitios menos en la renta variable. En el petróleo, en la deuda, en los índices de riesgo crediticio, en los mercados de futuros sobre tipos de interés, en las actas de la Reserva Federal... en todas partes menos sobre el terreno de juego clásico. Y por el mismo motivo que hace a un partido aburrido: el empate a cero. La Bolsa lleva estancada entre los 12.800 y los 13.500 puntos desde que salió de la oleada bajista de finales de enero. No se define ni en un sentido ni en otro y, para aburrir todavía más al espectador, ahora ni siquiera se asoma a los límites de la banda en la que está encasillado el mercado.
Por este mismo motivo, las oscilaciones de la Bolsa pierden significado. El dato de ayer de confianza industrial de Filadelfia fue pésimo, una lectura digna de tiempos de recesión. Aunque es cierto, también, que en la situación actual el deterioro de las expectativas va muy por delante y es mucho más abultado que el declive de la economía real.
Las etapas de falta de tendencia, por lo demás, son tan habituales como los empates a cero. Pero si normalmente un empate a cero tiene sólo el sabor pastoso del aburrimiento, en las condiciones actuales de mercado la indefinición puede sacar de sus casillas al operador más bregado, porque él sabe lo que se está jugando. Sabe que se están disputando las semifinales, si no la final.