Adiós al maná del capital riesgo
La irrupción masiva de las entidades de capital riesgo en los mercados de valores fue tan espectacular como ha sido la huida de estos fondos. Las llamadas langostas por algunos representantes del capitalismo renano han jugado un papel polémico, en la medida en que fueron una suerte de maná caído del cielo para las cotizaciones -siempre había una empresa de capital riesgo dispuesta a comprar algo- pero, cuando conseguían sus objetivos, cargaban a empresas normales con niveles de deuda totalmente fuera de lo normal.
Ahora estas entidades han desaparecido. Probablemente quien más las eche de menos sean los inversores especializados en compañías de mediano tamaño. Fueron estos valores los más afectados, pues cualquier empresa con poca deuda y alto capital flotante era presa potencial del capital riesgo. De hecho, el mercado esperaba una oferta por una gran compañía, tipo Telecom Italia, cuando la burbuja financiera estalló. Los bancos cerraron el grifo del crédito al capital riesgo y éste se batió en retirada. Queda por ver qué pasa con las compañías ya cargadas de deuda.
Que las hipotecas de baja calidad fueron solamente una muestra de lo que sucedía en los mercados, un síntoma más que una enfermedad, es algo que sostienen los expertos. La crisis empezó aquí como podría haber empezado con el colapso de un hedge fund o de algún fondo de capital riesgo. Al fin y al cabo, en todos los apartados del sector bancario se prestaba dinero sin dedicar demasiada atención a los riesgos.
Porque, después de todo, los sistemas de transmisión de riesgos que han multiplicado los problemas derivados de las hipotecas se aplicaban también a las operaciones apalancadas de LBO. Unas cuantas operaciones mal diseñadas habrían tenido también un efecto arrastre sobre el conjunto. Se ha marchado el mejor aliado de las revalorizaciones fáciles, pero su papel también estaba inflado por un mercado complaciente.