Ramsés, neobarroco, teatral y lúdico
Un multiespacio con el prisma del universo Stark
Tres ostras y una copa de vino blanco. Es lo que toma todos los días a la hora del aperitivo la actriz Charo López en la preciosa barra retroiluminada que recibe a los clientes en Ramsés. Es sólo una de las caras conocidas que a menudo frecuentan el lugar de moda en Madrid. Gente guapa y empresarios como Alberto Cortina o Fernando Fernández Tapias forman la nómina de clientes que junto a ejecutivos y señoras bien se han hecho asiduos de un espacio absolutamente espectacular.
A los propietarios les costó mucho convencer a Phillipe Stark para que se encargara del proyecto. Las obras duraron tres años, pero ahora es el sitio más impactante de Madrid, puro diseño contemporáneo, muy cosmopolita, que se aleja del ya obsoleto y frío minimalismo. Neobarroco, teatral, la puesta en escena resulta definitivamente sorprendente. No es extraño que tras dos meses escasos de apertura esté siempre lleno.
Uno de los aciertos de Ramsés es su versatilidad. El cóctel-bar de la entrada resulta idóneo para tomar un cóctel -apabullante oferta-, un copa de champán (es uno de los lugares de la capital que más vende) o unas ostras a cualquier hora del día. Y es también la antesala del Petit, restaurante informal de cocina mediterránea actual, donde tomar carpaccios o una hamburguesa de gallina en pepitoria, sin olvidar el foie, el caviar y las ostras. Decorado con sillas clásicas de tapicerías metalizas, paredes de estética grafitera y grandes candelabros, está presidido por una larga mesa para compartir con otros comensales, una propuesta muy neoyorquina.
En la planta superior se encuentra el Bistró, el restaurante gastronómico. Toda la oferta culinaria está dirigida por Miguel Ángel Jiménez y se basa en platos más elaborados que hacen guiños al recetario madrileño, a la cocina clásica internacional y que no desdeña una cierta fusión con toques orientales.
Pero todavía le falta definición, pulir fallos y decantarse por un estilo propio. Tiene a su favor la singular personalidad del comedor, un ejercicio de eclecticismo resuelto con enorme brillantez, Desde el espacio principal, limpio y claro, se divisa la Puerta de Alcalá; en los más pequeños vuelve el barroquismo, el negro, la penumbra a la luz de las velas, las telas -impresionante la zona que tiene el techo de decorado, a modo de jaima, con una recreación de una pintura de El Greco-.
En el sótano se ubica el Club (con acceso independiente) para eventos privados, que el fin de semana funciona como bar de copas.