La gran ceremonia de la confusión
Hace ya casi un año, en la semana posterior a la caída de Astroc, esta columna vino titulada 'Yo hoy estoy más tranquilo'. Por primera vez en muchos años se podía palpar miedo a una caída del precio de la vivienda. Y eso era positivo, porque el miedo, al fin y al cabo, es un acto reflejo, es una medida de protección diseñada y perfeccionada a lo largo de la evolución de las especies. La asunción de que los pisos suben por sistema infló el globo, y sólo se empezó a desinflar cuando el lobo asomó las orejas. Ahora, si una pizca de miedo es buena receta contra los excesos -se llama prudencia-, el pánico es capaz de matar al enfermo. El pinchazo inmobiliario era inevitable; la crisis crediticia internacional no lo era. Y su capacidad destructiva es prácticamente ilimitada, pues erosiona las vigas maestras del sistema económico en el que, para bien y para mal, nos toca vivir. En España se han solapado las dos realidades. Y se ha sumado una Bolsa en caída libre en enero y una campaña electoral que no contribuye precisamente a un debate sosegado. El resultado es una permanente ceremonia de confusión para el atónito ciudadano de a pie.
En este inicio de año, cualquier analista consultado respecto a las perspectivas económicas -de España, de Europa o de Estados Unidos- responde más o menos lo mismo: que van a peor, pero es imposible saber hasta qué punto. E imposible no es, en este caso, un giro retórico. Imposible significa que la mayor incertidumbre, el alcance de la crisis crediticia, depende de si la banca mundial puede recomponer los balances y reabrir el grifo del crédito a tiempo.
Si sucede esto, las malas perspectivas económicas se podrán revertir en unos trimestres; buena parte de la desaceleración actual -especialmente en Europa- es un problema de expectativas. Un resfriado. Pero no se puede descartar la neumonía. Un credit crunch es una cosa muy seria, es una crisis del propio sistema financiero. De ahí la incertidumbre. Y de ahí la futilidad de las profecías que, en un sentido y otro, se lanzan en campaña.
Ayer, el banco estadounidense Morgan Stanley actualizó previsiones sobre la economía española. 'Historia de una desaceleración', se titula. Prevé más paro, pero un crecimiento del 2,5% en 2008 y 2009. La construcción es la mala noticia; estará parada o en descenso. La parte buena está en el margen de maniobra fiscal, y en que en 2007 la inversión en equipo creció el triple que la construcción.