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Columna
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Innovación organizativa y productividad

La UE ha comenzado a consensuar un mecanismo de medición y valoración de la innovación no tecnológica, subraya el autor. Este tipo, fundamentalmente la organizativa, es determinante de la mejora de la competitividad de las empresas en países como EE UU

La economía marshalliana, la economía del equilibrio, la de la estática comparativa, la de la oferta y demanda y respuestas acomodaticias, está siendo superada a la hora de explicar aspectos como la invención, la innovación, la adaptación o la difusión. Han transcurrido generaciones desde que los economistas Solow y Abramovitz señalaron que las herramientas de Marshall son de poca ayuda para entender el crecimiento económico moderno. Las verdaderas fuentes de crecimiento no deben buscarse únicamente en la asignación de recursos escasos a usos alternativos, sino en el cambio organizativo y tecnológico, respecto a los cuales poco se ha escrito por parte de los economistas.

En este campo, la UE ha comenzado a discutir y consensuar un mecanismo de medición y valoración de la innovación no tecnológica, al albur de la publicación del Manual de Oslo en su última versión. En este sentido, y como primera medida, habría que cambiar las encuestas que llevan a cabo los diferentes institutos de estadística en aras de incluir este otro tipo de innovación, fundamentalmente la organizativa. Es interesante resaltar que el propio Manual de Oslo, hasta ahora, reconoce la existencia de otras mejoras creativas del producto que pueden tener efectos considerables en los resultados de la firma, que pueden ser innovación, pero que no es considerada innovación tecnológica de producto o de proceso (TPP).

En economía definimos creación de valor económico de un producto como la resultante del incremento de utilidades (capacidad de satisfacer necesidades) percibidas por el mercado en el producto y/o la disminución de costes económicos para la empresa. En términos económicos, podemos decir que la innovación TPP genera una contribución a la creación de valor económico, consistente en el incremento de utilidades funcionales (aquellas relativas a las prestaciones) y/o en la reducción de costes económicos relativos a funciones técnicas. Hasta ahora, por tanto, la innovación no tecnológica se definía por exclusión de la tecnológica, mientras que ahora incluye los siguientes aspectos:

En España hay muchos productos que se mueven en mercados en los que lo importante es mejorar las utilidades emocionales y sociales

Introducción de cambios significativos en estructuras organizacionales.

Implementación de técnicas avanzadas de gestión.

Implementación de orientaciones de estrategia corporativa nueva o sustancialmente mejoradas.

La innovación no tecnológica es un factor determinante de la mejora de la competitividad de las empresas, por ejemplo en EE UU. En una economía como la española, con una importante proporción de productos que se mueven en mercados de diferenciación en los que lo importante son las utilidades emocionales y sociales, es necesario ampliar la encuesta de innovación. En línea con este enfoque, las nuevas normas de contabilidad internacional (NIC) han aceptado como desarrollo la aplicación de toda forma de conocimiento (no tan sólo las aplicaciones derivadas del conocimiento tecnológico). Nuestro Plan General Contable (PGC) todavía no se ha alineado con las NIC y sigue limitando el concepto desarrollo exclusivamente al tecnológico. Esto implica que las empresas españolas cotizadas deberán elaborar sus cuentas consolidadas reconociendo como activo los gastos de todo su desarrollo, mientras que en sus cuentas anuales sólo pueden reconocer su desarrollo tecnológico. En países como Reino Unido e Irlanda cualquier empresa puede reconocer en sus cuentas anuales, e incluso para el cálculo de su base imponible, todo su desarrollo como activo y no como gasto del ejercicio, en línea con las NIC.

La integración de los juicios de satisfacción laboral en el análisis económico convencional se enfrenta a serios obstáculos. Desde un punto de vista teórico, la visión del trabajo como una forma de conseguir poder de compra no necesita más que el salario (salario-hora) para describir un empleo. Por tanto, la evaluación que hacen los trabajadores de su empleo carece de interés económico. Esto tiene consecuencias a nivel individual. En primer lugar, la salud física o insatisfacción laboral es uno de los principales factores asociados al riesgo de afecciones cardiacas y problemas estomacales. En segundo lugar, la salud mental en la que se ha demostrado una relación entre insatisfacción laboral y ansiedad, depresión (Bacharach, 1991). En tercer lugar, la longevidad cuyo predictor más fuerte es la satisfacción laboral. Por último, el escape o retirada psicológica del trabajo puede manifestarse en situaciones de absentismo, abandono del puesto trabajo, etcétera.

En resumen, la situación en España no es satisfactoria, pues combinamos tres aspectos muy negativos. Por un lado, es el segundo país con mayor número de horas de permanencia en el puesto de trabajo (1.806 horas anuales), detrás de EE UU, con una gran descoordinación entre los horarios españoles y los europeos. Por otro lado, tenemos la menor productividad por hora trabajada. Por último, tenemos el mayor índice de insatisfacción laboral (absentismo y rotación significativos), lo que va unido con un elevado número de accidentes laborales (2% del PIB en 2004) y excesiva presión sobre el sistema sanitario público en materia de enfermedades psicosociales. Tenemos mucho trabajo por hacer en este punto, pero para ello todos nos tenemos que concienciar y no despreciar los esfuerzos alcanzados en esta legislatura.

Alejandro Inurrieta Presidente de la Sociedad Pública de Alquiler

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