Hay que dejar la tarjeta en casa
Cuando uno se instala en EE UU una de las primeras dificultades es conseguir una tarjeta de crédito. Bancos y emisores rechazan las peticiones de quienes carecen de 'historia crediticia', es decir, el comprobante que tiene la entidad de crédito para saber cómo paga sus deudas el futuro cliente. Es cuestión de tiempo. Luego, tras la primera tarjeta, rara es la semana en la que el cartero no deja dos o tres ofertas más en el buzón para contratar otras.
Así, con este bombardeo, no es infrecuente que en EE UU se tengan más de dos, tres... 10 o tarjetas de crédito. En ellas se carga la cuenta del súper, la de la luz, la suscripción al periódico. Todo. Incluso con ellas, y dada la tasa negativa de ahorro, se abona lo que se debe en las otras. Y se va tirando.
Ahora, el cartero anda más ligero de ese tipo de correspondencia. Ya no llegan tantas ofertas.
Es la punta del iceberg.
Viendo lo que pasa en las hipotecas, la tirante situación en los mercados de crédito, la crisis de confianza y las malas perspectiva económicas, las entidades han empezado a endurecer las condiciones del dinero de plástico. Se están revisando con lupa las historias crediticias, se rechazan más solicitudes para nuevas tarjetas o ampliar líneas de crédito y se reducen las ofertas, premios o promociones basados en el uso a quienes tienen un historial financiero débil.
Algunos bancos están considerando elevar la cantidad mínima mensual que se les tiene que abonar para ir cubriendo el pago de un mes y las comisiones e intereses también suben. En el caso de las tarjetas del Bank of America, según la comunicaciones del propio banco, incluso se están aumentando a los buenos clientes sin darles más explicaciones.
(Los demócratas en el Congreso presentaron el viernes una propuesta de ley para dar transparencia a las fuertes subidas y prohibir prácticas calificadas de predatorias.)
Pero no solo son las entidades de crédito las que se guardan las espaldas. Los consumidores también lo intentan.
Ahora que la caja de caudales de donde sacaban su riqueza, la vivienda, se cerrado por la caída de los precios de las casas y la imposibilidad de refinanciarlas, muchos ciudadanos se han dado cuenta de hasta dónde ha llegado el abuso al que han sometido a sus tarjetas. Las cifras de morosidad está despegando, eso si, desde unos niveles bajos gracias a la dinámica de los pagos mínimos y el encadenamiento de tarjetas. Y la cifra de la deuda es elevada.
Por eso, los ciudadanos están empezando a dejar la tarjeta en casa. El objetivo es no incurrir en más deuda, salir de ella y ahorrar ahuyentando la tentación del uso con abandono de tan fácil dinero. Discover Financial dijo hace unos días que el 49% de los consumidores a los que encuestó en enero planeaban reducir su gasto en enero, un 5% más que en diciembre.
La Fed dijo hace unos días que el tipo de deuda en la que se incluye mayoritariamente la de estas tarjetas ha registrado una fuerte caída del crecimiento en diciembre. Ese mes, este tipo de deuda era de 944.000 millones de dólares, lo que representaba un aumento del gasto anualizado del 2,7%. El mes anterior fue del 13.7% y en octubre del 11%.
No es de extrañar que el comercio esté notando menos negocio pese a la cantidad de ofertas que hacen y que ahora no hagan más que celebrar la aprobación del estímulo fiscal que va a poner 600 dólares en manos de los contribuyentes. ¡En cash!