El desempleo y sus remedios
Ni catastrofismo, ni cantos apocalípticos. El Gobierno pidió ayer calma ante el fuerte aumento del desempleo en enero, cuando los servicios públicos registraron 132.378 parados más que en diciembre y el número de afiliados a la Seguridad Social disminuyó en 84.697. Aunque el arranque de año siempre es malo para el empleo, éste supone el mayor aumento del paro de los últimos diez años, lo que no invita a la tranquilidad. De todas formas, hay que ver cómo se comporta en febrero -se espera malo- y en meses sucesivos.
Desgraciadamente, los datos se han convertido en un mero ping-pong electoral que podría llegar a escamotear una reflexión más profunda. La mayor parte de estos 132.000 nuevos parados proceden del sector inmobiliario (la casi totalidad de los 98.000 desempleados del sector servicios). El ministro de Trabajo, Jesús Caldera, anunció un plan formativo para reciclar a este colectivo muy afectado por el parón residencial que presentará al Consejo de Ministros en unas semanas. Sería deseable que las medidas contribuyan a su rápida recolocación. Sin embargo, surgen dudas.
CC OO, por ejemplo, sostiene que parece más un mensaje electoral fruto de la improvisación que un programa meditado. El sindicato afirmó que en ningún caso se les había sometido a consulta semejante plan, algo que el Gobierno pretende hacer en breve. Por otra parte, es importante reciclar a este colectivo, pero mucho más saber para qué oficios se les va a formar. Y Caldera no fue claro.
La improvisación y las prisas -con la sospecha de que el 9-M es el objetivo final de cualquier medida que se adopte estos días- no son buenas consejeras a la hora de aprobar ningún plan. Sin embargo, cruzarse de brazos sería un auténtico suicidio. Por lo tanto, es preciso adoptar políticas activas y formativas de largo recorrido con el fin de transferir trabajadores de las actividades más afectadas por la desaceleración hacia otras con mejores perspectivas.