Ayuda a las inmobiliarias

Las promotoras inmobiliarias han registrado en los diez últimos años el periodo más dulce de actividad que recuerda un sector en las últimas décadas. Han aprovechado el déficit de equipamiento inmobiliario de las familias y la bajada estructural de tipos de interés. El tamaño de sus resultados, junto con el de la mayoría de bancos y cajas, ha ido paralelo al endeudamiento de los hogares, que han destinado sus recursos, propios y ajenos, a proveerse de vivienda. Ahora, cuando la demanda se ha paralizado, las promotoras apelan a un intervencionismo público, del que siempre han renegado, para evitar las pérdidas. Además de invocar ayudas financieras y flexibilidad en las expropiaciones, han logrado que Economía agilice los mecanismos de tasación y financiación bancaria. El Gobierno tiene la obligación de poner las condiciones precisas para el desarrollo libre de la actividad, pero no caer en el riesgo moral de rehabilitar a sectores enteros que han nadado en la abundancia.