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Columna
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Dos retos: cambio climático y pobreza

Hace días tenía esbozado el tema de este artículo, que dejé sobre la mesa al surgir la crisis bursátil mundial. En el Foro de Davos se ha planteado una confrontación de las ideas sobre el cambio climático y la extrema pobreza en el mundo. Me he alegrado profundamente de tal hecho, pues hasta ahora el cambio climático tenía un apoyo mediático continuo, en tanto que la pobreza en el mundo sólo esporádicamente aparece en los medios informativos. Se trata de dos retos que tiene la humanidad, aunque con distinto grado de riesgo temporal. El riesgo climático es a largo plazo, aunque los científicos no se ponen de acuerdo sobre cuándo comenzará, la intensidad del mismo, a quién afectará y el coste que para combatirlo debe incurrir la sociedad.

En el Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008 La lucha contra el cambio climático: solidaridad frente a un mundo dividido (PNUD) se dice que 'el cambio climático es un hecho comprobado por el mundo de la ciencia y que si bien es difícil predecir el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero y son muchas incertidumbres en la cuestión que minan su capacidad predictiva, hoy se sabe lo suficiente como para reconocer que los riesgos que enfrentamos son grandes y potencialmente catastróficos, que afectará tanto a los países pobres como a los ricos. La protección y el cuidado del futuro de nuestros hijos y su descendencia requieren actuaciones hoy. Se trata de una forma de seguro contra pérdidas posiblemente muy grandes. No saber cuáles son las probabilidades de que se produzcan tales pérdidas o el momento exacto en que ocurrirán no es un argumento válido para no contratar un seguro.

Sabemos que el peligro existe, sabemos que el daño que causan las emisiones de gases de efecto invernadero es irreversible en un periodo muy largo. Sabemos que el daño crece cada día que dejamos pasar sin actuar'.

El Informe Stein La economía del cambio climático (2007), encargo del Tesoro británico, dice que si no actuamos rápidamente para frenar el cambio climático podemos llegar a perder entre el 5% y el 20% del PIB mundial anual de forma indefinida; el coste de evitar esta pérdida se situaría en torno al 1% del PIB generado cada año. La ONU ha previsto que si no se frena el cambio climático puede haber más de 500 millones de desplazados en 2050.

Nunca he visto proclamas de esta naturaleza en documentos oficiales como los que comentamos, no con respecto a riesgos futuros, sino con respecto a hechos que no es que sean probables, sino que son ciertos, como los derivados de la pobreza en el mundo. La Agencia Alimentaria de la ONU (FAO), en el Informe 2006, volvió a sacar los colores a las naciones desarrolladas por su comportamiento, ya que los objetivos fijados en la cumbre de 1996 de reducir a la mitad el hambre antes de 2015 están lejos de poder alcanzarse ya que en los 10 años transcurridos las personas que sufren hambre no sólo no han disminuido, sino que incluso han aumentado, cifrándolos en 820 millones.

El hambre es la principal plaga que azota el mundo, que debería considerarse como inaceptable por los países ricos del mundo. Las dos zonas donde se concentra principalmente el hambre son Asia, con la mitad de las personas desnutridas, y África, con el 25%, con el agravante de que, así como en la primera el hambre está en retroceso, en África por el contrario ha aumentado el 25% en los últimos 16 años. Más de 5 millones de niños mueren de hambre cada año en el mundo.

¿Por qué los países ricos se preocupan tanto del cambio climático aunque se trata de un riesgo futuro y en cambio miran hacia otro lado cuando se trata de la actual pobreza en el mundo? Pienso que su comportamiento fariseo se debe a que el hambre no les va a afectar nunca y en cambio los riesgos del cambio climático afectarán a todo el mundo, y por tanto a ellos también. Este comportamiento es el que practica tanto EE UU como la UE con sus políticas agrícolas. Las ayudas de ambos a los países pobres se encuentra en el entorno de 50.000 millones de dólares al año, en cambio el coste para los países pobres de las ayudas concedidas a los agricultores de Estados Unidos y de la Unión Europea se estima en unos 300.000 millones de dólares al año.

Estas ayudas impiden a los países pobres vender sus productos agrarios en las áreas geográficas citadas, a pesar de que sus precios de venta son inferiores a los costes de producción de Estados Unidos y Unión Europea. A veces incluso no pueden colocar sus productos agrarios, que es lo único que pueden ofrecer en los mercados internacionales, ya que los citados bloques colocan sus excedentes de productos altamente subvencionados en los citados mercados.

La globalización de los mercados se aplica por los países ricos de forma asimétrica, es decir sólo para los productos industriales pero no para los agrarios, cuando éstos son los únicos que pueden vender los países pobres. La medida más eficiente para combatir la pobreza sería aplicar la globalización de manera simétrica. Si piensan ustedes que a los Gobiernos y a los ciudadanos de los dos grandes bloques citados les remuerde la conciencia por tales hechos, están equivocados; seguimos instalados en un consumismo desaforado, sin acordarnos de los que se mueren de hambre.

Para Wangari Maathai (Kenia), premio Nobel de la Paz, la pobreza es un problema multidimensional: falta de recursos, de información, de oportunidades, de poder y de movilidad. Nada más eficiente que crear una agencia para combatir la pobreza, que deberá depender de Naciones Unidas, aportando a la misma el porcentaje de su PIB que se acordase, centralizando la decisión, financiación y gestión de todas las actuaciones que individualmente realizan de forma descoordinada los países ricos. En el consejo de la agencia estarían representados los países aportantes de ayuda y los que la reciben. La agencia debería elaborar un inventario de las necesidades a cubrir en cada uno de los países pobres, que constituiría la base para planificar las acciones a emprender, con la finalidad de cumplimentar el acuerdo de la cumbre de 1996 de reducir a la mitad el hambre antes de 2015.

José Barea. Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid

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