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La tormenta de fuego

Nuño Rodrigo (24-01-2008)

La tormenta de fuego o tormenta ígnea es un fenómeno que se da en grandes incendios. El aire se vuelve extremadamente caliente y asciende; el aire frío ocupa el espacio a gran velocidad creando fuertes vientos que atizan más el fuego. Se alcanzan los 2.000 grados y en ocasiones se generan vórtices huracanados de fuego más allá del área original.

'Entre 2000 y 2002, a cada bajada se discutía si se había tocado suelo o no, y así pasaron años'. Cárpatos trataba ayer de explicar que cuando el mercado está en un crash, está en un crash. Y un crash no entiende de que el dividendo sea atractivo, el PER bajo o un banco parezca barato. Cuando por la mañana el mercado continuo se colapsa por la avalancha de ventas y por la tarde las compras estrangulan el de futuros, es mejor aliada la sabiduría popular que el ratio PER. En una tormenta de fuego sólo se puede hacer una cosa: correr. Y que el último duro lo gane otro.

La decisión de Ben Bernanke de rebajar los tipos de interés tres cuartos de punto sin previo aviso es como arrojar agua sobre una tormenta de fuego; difícilmente servirá para algo más que para comprar tiempo a precio de oro. Ni siquiera le librará de los insultos. 'No idea!', bramaba el histriónico Jim Cramer, suerte de telepredicador bursátil, antes del recorte de tipos. Pero al 3,5% los insultos contra Bernanke no cesarán; si no recibe su dosis de droga, Wall Street dirigirá sus baterías contra la Fed con la rabia de quien sabe que la intimidación funciona. Algo paradójico cuando fue la banca la que se enriqueció con prácticas propias de trilero.

Con tipos más baratos o más bajos, el mercado está viviendo un crash, con Bernanke o sin Bernanke. Tres días seguidos la Bolsa ha oscilado el 7% intradía. Hay mucho dinero muy nervioso, y muchos operadores apalancados; hedge funds largos que se ponen cortos y viceversa. Aún no se ven lecturas extremas de sobreventa, y aunque se viesen, la violencia del crash combinada con la falta de un motivo concreto para el estallido invita a estar fuera de mercado, y fiarse muy poco del rebote.

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