El difícil arte del término medio
Es un texto general y que esboza más que concreta porque eso es lo que pretendía ser: un anticipo, una guía para transitar con cierta seguridad por un camino que se tienen que ir haciendo a base de análisis y estudios de competencia. Pero en sus líneas maestras hay suficientes píldoras para que todos tengan ya claro cuál sería el remedio si se tratara de una enfermedad: la inversión.
La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), el organismo encargado de velar por el sector tecnológico en España, ha dejado claro que su opción para un futuro sostenible de la industria y los servicios a los usuarios es la competencia en infraestructuras. Y la regulación de las nuevas redes de fibra óptica que darán velocidades de ADSL de 100 megas se plasmará, si esos análisis y estudios que todavía quedan por hacer así lo indican, de una manera que aliente los desembolsos de Telefónica y fuerce a los rivales a emular sus infraestructuras de nueva generación.
A diferencia de lo ocurrido en Alemania, donde la CMT local decretó vacaciones regulatorias para la red de fibra de Deutsche Telekom -con un inmediato apercibimiento desde Bruselas para que diera marcha atrás- o de Reino Unido, donde la red de BT lleva años segregada, el regulador nacional ha intentado quedarse en un punto centrado con respecto a estos extremos. Y lo ha hecho acercándose al modelo alemán en algunos conceptos y al británico, en otros, de forma que el resultado ha conseguido algo casi imposible: no ser cuestionado por todos; porque sí, pide inversión a los que quieran ser algo en el futuro de la industria, pero a la vez pone las bases para que la competencia en redes de los operadores alternativos sea posible.
La CMT ha buscado un marco distinto al británico o alemán
Y es que la propuesta de la CMT abre la mano con Telefónica en un punto que el ex monopolio considera vital: la extensión de la nueva red de fibra óptica. Esta infraestructura tendrá una regulación mínima y será así sea cual sea el resultado de los análisis. Es cierto que la comisión ha aceptado la idea de aplicar distintas normativas por territorios, dependiendo del nivel de competencia, pero también es una realidad que las obligaciones que tendrá que enfrentar Telefónica serán muy reducidas incluso en las zonas de rivalidad limitada. Nunca tendrá que compartir la llamada última milla de su nueva red -el acceso directo al abonado- y bastará con que tenga una oferta mayorista con precios de préstamo a terceros no orientada a los costes reales de su infraestructura, lo que dejará a los rivales que opten por esta fórmula como meros revendedores de un producto de escaso margen y con el que será muy difícil competir.
Este escenario dibuja un claro sendero para todos aquellos representantes del sector en España que no son Telefónica. El camino marcado para ellos por la CMT es el que discurre por el despliegue de infraestructuras alternativas, es decir, por replicar la nueva red que prepara el ex monopolio. Pero el regulador no les deja solos en este salto. A cambio de la normativa mínima en la nueva red de Telefónica, la comisión impone al ex monopolio la apertura total de sus canalizaciones y promueve el acceso más fácil a todos los conductos que permiten una rápida extensión de la red, sean de telecomunicaciones o no.
Este acceso elimina una de las ventajas competitivas de Telefónica frente al resto y permite un despliegue más veloz. Junto a esta medida, la CMT también establecerá la obligación para todos los operadores de compartir las infraestructuras -de fibra, por supuesto- dentro de los edificios, de forma que llegar primero no sea definitivo. Eso permite a cualquiera que decida competir con Telefónica acompasar las inversiones a su ritmo, con la garantía de que si llega con fibra a una comunidad de vecinos o edificio podrá plantar batalla, sin importar quién llegó antes.