Escenarios para la inversión
En las cuatro últimas semanas, los mercados financieros han entrado en un estado de agitación que les ha llevado a perder las engañosas ganancias que recogían los índices bursátiles en 2007. En el segundo semestre del año pasado los inversores mantuvieron la mirada en la economía de EE UU, que lentamente se ha precipitado hasta el umbral de la recesión y que ha terminado desatando una desbandada del dinero hasta que se aclare el escenario. El estímulo fiscal que el jueves pidió el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y que el viernes concedió George Bush es la confirmación de que la actividad está al borde de la contracción y que precisa de asistencia adicional a una bajada de tipos. Ahora falta saber la profundidad de la crisis para calibrar su alcance sobre el mundo. Mientras tanto, el dinero se concentra en el bolsillo de los inversores y la liquidez, antes agitadora del mercado, se ha convertido ahora en el auténtico valor refugio.
El pesimismo se ha adueñado de la Bolsa, que ha perdido ya un 10% desde el primero de enero en España y cotas muy cercanas en las grandes plazas mundiales. Pero hay sólidos argumentos para sostener que no estamos, ni mucho menos, ante un escenario como el que en 2000 reventó la burbuja tecnológica y encadenó tres ejercicios consecutivos de ajuste de valoraciones. Hoy no hay una burbuja global como la que en el final del siglo pasado catapultó los índices a cotas irracionales, imposibles de justificar con el valor de los activos gaseosos que las empresas tecnológicas tenían en sus balances. Una gran parte de las empresas de la mayoría de los sectores pueden justificar los precios de sus títulos con el valor de sus activos y contrastarlos, al menos hasta ahora, con recurrentes beneficios.
Si con los niveles de actividad esperados para los próximos ejercicios los beneficios no son sostenibles, las empresas deberán reducir su valoración. Pero ese ajuste ya se ha producido en buena parte de los sectores. En el caso de España, la explosión de la burbuja inmobiliaria ya ha puesto en su lugar a las compañías dedicadas a ese negocio, y ha descontado el deterioro que puede generar en las cuentas de las constructoras cotizadas y de los bancos. No obstante, las conductas pesimistas que estos días campan en el mercado pueden sobrerreaccionar con nuevos recortes de precios.
Las estimaciones que la asociación hipotecaria ha hecho para este año, así como las de algunos bancos sobre el comportamiento de sus carteras de crédito, dejan claro que será muy difícil que este año el beneficio por acción de la banca pueda elevarse. Pero esta circunstancia ya está recogida en el castigo de las tres primeras semanas del año, en la que los bancos han perdido un 15% de su capitalización.
En el ajuste iniciado en 2000, los índices cayeron más del 60%. Un escenario que ahora se antoja improbable. El peso de la economía americana es menos decisivo en un mundo en el que los países emergentes pujan fuerte. Pendientes de los beneficios empresariales, los analistas no ven grandes posibilidades de rebote de precios de las acciones este año; pero ayudarán a conocer si tocan suelo y si, con la ayuda de un crecimiento de PIB más sostenido, con tipos generosos y coste moderado de los inputs, inician la remontada.