Como un saco lleno de gatos
Invertir en Bolsa se ha convertido en un campo minado. No porque baje todo en bloque, sino porque los cambios de sentimiento son repentinos y radicales, y porque la dispersión de rentabilidades es muy elevada. En un mercado bajista es fácil dejarse llevar; se invierte a la baja, se intentan buscar gangas o, directamente, uno se dedica a otra cosa. Pero la Bolsa actual no está demasiado cara y posiblemente ofrezca oportunidades. Y es eso precisamente lo que convierte el mercado actual en peligroso.
La dispersión de rentabilidades entre sectores es, a efectos prácticos, el tema del año. El dilema recesión o no recesión es la cuestión de fondo, pero para quien ya está en el mercado, para el día a día de los operadores, la clave es otra, y de un carácter más acuciante. Si bien Telefónica y Santander son los sospechosos habituales en las carteras de los expertos, la diferencia de comportamiento entre ambos valores en las últimas tres sesiones es de alrededor del 8%.
La volatilidad es alta y las coberturas caras. Ponerse corto es tan arriesgado como seguir largo. Pero vender para intentar olvidarse del parqué no es la mejor de las opciones si no se acierta con el momento y el sector en el que se deshacen las posiciones; un error de cálculo puede llevar a vender en plusvalías mientras la Bolsa sube, o a perderse un rebote alcista, o descompensar la cartera.
En cierto modo, el peor indicador de lo que sucede en las Bolsas, hoy por hoy, son los propios indicadores, algo especialmente relevante en el caso del Ibex. Ya se vio en la segunda mitad del año pasado cuando la descomunal subida de la propia Telefónica solapó los profundos castigos sufridos por buena parte del mercado. Ahora no hay un hermano mayor que saque las castañas del fuego; ni siquiera en eso pueden confiar los inversores. Lo más razonable que se puede hacer con un saco lleno de gatos es no meter la mano dentro y mantenerse lo más alejado posible.