El atractivo de los dividendos
La primera semana del año no ha transmitido precisamente optimismo a las Bolsas en el mundo, y la española ha saldado tres sesiones con un descenso del 3,8%. Las dudas que aparecieron en el mercado ya en julio con la crisis financiera siguen sin resolverse, y la incertidumbre acerca de la dimensión de la desaceleración económica ya iniciada añade pesimismo a los inversores. No obstante, las incógnitas podrían resolverse en su mayor parte las próximas semanas, si las cuentas y auditorías que hagan públicas los bancos de todo el mundo reflejan una situación financiera menos pesimista de la estimada y si las bajadas de tipos de interés en Estados Unidos logran invertir la tendencia crítica en la que parece haberse embarcado la primera economía del mundo.
La Bolsa española ha cotizado en el último mes este escenario difuso, y pese a todo ello ha culminado cinco ejercicios consecutivos de viaje alcista, con una revalorización del 151%. Históricamente, en los últimos 40 años ha disfrutado de ciclos alcistas incluso más prolongados que el actual, y los analistas barajan un avance para este año que podría estar cercano al 10%, con alguna apuesta que incluso coloca el índice selectivo por encima de 17.000 puntos.
En 2007, pese al avance superior al 10% contabilizando plusvalías y dividendos, el índice compuesto por las 35 empresas más líquidas ha cerrado casi 1.000 puntos por debajo de su máximo, lo que supone que una parte del ajuste que puede imputarse a la desaceleración de la actividad está ya hecho. Las inmobiliarias, las constructoras y la banca, especialmente la doméstica, reflejan ya ajustes en sus precios más propios de etapas recesivas que de simples dudas sobre el futuro.
Pero las empresas españolas cotizadas tienen un ancla sólida a la que pueden sujetarse los inversores: el dividendo. Durante 2008 las compañías pretenden distribuir entre sus socios más de 26.600 millones de euros, cifra desconocida en la historia de la Bolsa española, que supone un 14% más que los beneficios distribuidos en 2007. Además de constituir una remuneración en muchos casos muy sustancial, con porcentajes sobre el valor de la inversión que superan el 4%, puede convertirse al tiempo en un colchón de seguridad para muchas compañías y marcar un suelo para las cotizaciones hasta que se despejen las dudas sobre la actividad. Las grandes empresas han reforzado la remuneración a sus accionistas y sólo en el mes de enero abonarán 3.590 millones de euros. Además, los dividendos tienen un atractivo fiscal nada despreciable, con la exención de los primeros 1.000 euros percibidos por cada contribuyente.
En España las compañías cotizadas acumulan ya seis años de beneficios crecientes y, aunque en 2008 los ritmos de avance podrán no ser tan generosos, no hay indicios suficientes para pensar que no se mantengan los números negros actuales. A fin de cuentas, la economía española seguirá creciendo cerca del 3% este año, según el consenso de los expertos, y sólo puntualmente en algún trimestre la curva del crecimiento puede tocar puntos críticos en los que se destruya empleo. La única duda, que debe ser despejada pronto, es el control de la inflación, para que la remuneración de las empresas a sus accionistas sea real.