Economía y elecciones
El optimismo económico mostrado por Zapatero contrasta con los datos de la inversión exterior directa (IED) recibida por España, que viene reduciéndose desde 2004, según el autor. Las reformas abandonadas desde ese año serían la causa de este deterioro
La inmediatez de las próximas elecciones generales intensifica el debate político sobre las cuestiones que interesan a los españoles. Entre ellas, es evidente que la economía ocupa un lugar relevante. La peculiaridad del debate económico consiste en la posibilidad de recurrir a la ingente información estadística disponible, circunstancia que permite la existencia de mayores dosis de objetividad en el desarrollo del mismo.
Recientemente, el presidente del Gobierno ha esgrimido el adelantamiento que España ha realizado a Italia en términos de PIB per cápita para destacar nuestra positiva evolución económica, algo que -según Zapatero- estaría siendo identificado y reconocido internacionalmente. Sin embargo, el análisis de los datos objetivos revela exactamente lo contrario.
En efecto, al margen de retóricas y de comparaciones interesadas y parciales -Italia no es precisamente en la actualidad un país pujante- , un termómetro que mide la credibilidad internacional de la economía de un país es el flujo del capital internacional. Al respecto, las cifras reflejan de manera nítida que en los tres/cuatro últimos años, la economía española ha perdido credibilidad en los mercados internacionales, habiendo descendido considerablemente el atractivo que ejercía sobre el capital exterior y, como consecuencia, perdido posiciones relativas como posible destino para los inversores internacionales.
Para verificarlo, es de interés observar el comportamiento de la inversión exterior directa (IED) en los últimos veinticinco años, tanto en el mundo como en España, de acuerdo a los datos del Banco de España. De 1980 a 1995, la IED creció en España a un ritmo medio anual parecido al del conjunto mundial -17% y 15% respectivamente-. Es a partir de 1996 cuando nuestro país se despega en el ranking internacional y así, mientras que en el periodo 1996-2000 el crecimiento anual de la IED en el mundo fue un 42%, en nuestro país el aumento fue un 55% anual. El análisis de las causas de este éxito es comúnmente atribuido por los analistas a la modernización económica implementada en España desde 1996: rebajas fiscales, disciplina presupuestaria, reformas laborales, políticas desreguladoras, medidas liberalizadoras, privatizaciones ; todas ellas fortalecieron la economía española y propiciaron su intensa internacionalización hasta llegar a convertir a nuestro país en el preferido de la inversión internacional.
Lo anterior pudo comprobarse en el trienio siguiente -de 2001 a 2003- en el que se produjo un retroceso en las inversiones transnacionales. El volumen mundial de la IED disminuyó en esta etapa a una media anual del 27%. Sin embargo, en este entorno de descenso la economía española tuvo un comportamiento destacado, toda vez que la reducción de la IED en España se produjo a un ritmo anual del 13% considerablemente más moderado.
Pues bien, el liderazgo de España como destino del capital internacional se truncó bruscamente a partir de 2004. Desde dicho año, en términos de IED nuestra economía ha pasado de comportarse mejor que la media internacional -creciendo más y disminuyendo menos según las etapas-, a hacerlo significativamente peor que el conjunto mundial. Durante el trienio 2004-2006, en la economía internacional se produjo una intensa recuperación de la IED, creciendo a una tasa anual del 25%. Sin embargo, los resultados para España han sido decepcionantes, pues el crecimiento ha sido de un modesto 10% anual, a menos de la mitad del conjunto de los países.
El origen de esta decepcionante evolución se encuentra en la paralización en seco a partir de 2004 del proceso de reformas y modernización de nuestra economía lo que, unido a la vuelta al intervencionismo -el caso Endesa resulta emblemático al efecto-, ha afectado seriamente a la atracción ejercida sobre la inversión extranjera, que ha preferido sustituir a España por otras opciones.
Un análisis más de detalle proporciona determinados datos muy significativos. Por ejemplo, un estudio publicado por el Real Instituto Elcano expone, para el trienio 2004-2006, la evolución en valores absolutos de la IED en los principales países europeos. Así, el Reino Unido ha conseguido multiplicar por cinco su IED, Polonia por tres, Francia y Hungría por dos, incluso Italia ha conseguido mantenerla, pero en España se ha reducido a la mitad. También son relevantes los datos según el origen de las inversiones. Así, nuestra economía -según datos de 1998- venía recibiendo un 1,3% de la IED proveniente de EE UU, porcentaje que en el año récord de 2002 se consiguió subir hasta el 2,2%. De nuevo, el 'efecto 2004' ha sido corrosivo, toda vez que con él se inició un retroceso que nos ha llevado en 2006 al 1,2%.
La elocuencia de los datos expuestos pone de manifiesto que en economía no funcionan ni los trucos de magia -ni siquiera el del conejo-, ni las ocurrencias a modo de propinas. Y que las vacaciones de la política económica, que en materia industrial acaban de ser denunciadas por Fidalgo y por Méndez acaban pasando factura. Por ello, si España quiere recuperar el tren de la inversión exterior, y con él los niveles de actividad empresarial y de empleo que ésta comporta, bien haría en retomar tras las elecciones la senda de reformas abandonada en 2004.
Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex presidente de la SEPI, presidente de PAP-Tecnos y de EDG-Escuela de Negocios