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El doble filo de la crisis de liquidez

Miguel Rodríguez

El hecho de que los mercados financieros estén tocados no significa que no haya oportunidades de inversión que pueden ser aprovechadas si se obra con cautela y paciencia. Es más, la depreciación que acumulan ciertos activos -bastantes- es en algunos casos exagerada, más producto de la sensación generalizada de incertidumbre que de los fundamentales y la valoración propia de esos activos.

Cuentan los analistas de Dresdner, en un informe publicado esta semana, que muchos inversores con los que trabajan les transmiten la sensación de que encuentran activos muy bien valorados, con altos potenciales de rentabilidad, en los que no invierten porque no disponen de fondos, de capital, para ello. No hay dinero nuevo en el mercado que puedan canalizar hacia esos activos, y tampoco quieren vender otros en los que están invertidos si ello supone hacerlo con minusvalías.

De alguna manera ésta es otra consecuencia de la crisis galopante de liquidez que vive el sistema. Las Bolsas no suben porque el futuro de la economía mundial es incierto, pero al mismo tiempo no hay dinero que pueda canalizarse a hacia aquellos activos que se han visto castigados en una desproporción producto de la absoluta falta de confianza entre los actores del sistema financiero.

2008 puede ser, por tanto, un buen año para el que tenga liquidez en cartera y las habilidades para explotarla de manera óptima. Será un ejercicio, por tanto, en el que quedarán retratados los mejores inversores, lo que sepan aportar valor añadido a sus carteras, pero también los peores.

El problema, dicen los analistas de Dresdner, es que, a diferencia de los últimos años, en este escenario las equivocaciones se pagan caras. Los incentivos por asumir riesgos han descendido considerablemente, porque las probabilidades de error son hoy más elevadas que cuando toda la Bolsa subía en bloque. Predecir el movimiento de los mercados es difícil; hoy, probablemente, más que nunca.

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