La Reserva Federal tiene la palabra
La Reserva Federal de Estados Unidos tiene marcado el día 11 de diciembre, en su reunión de mercado abierto, para bajar de nuevo los tipos de interés, seguramente hasta el 4,25%. Eso es al menos lo que el mercado financiero interpreta, y seguramente lo que espera de una autoridad monetaria que no tiene muchas más opciones para salvar una crisis económica que gana espacio entre la opinión de los expertos cada semana que pasa. Ben Bernanke ha encontrado en los últimos días dos alivios para sus decisiones, que pueden ayudarle coyunturalmente, pero que no le han resuelto su principal dilema: cómo recomponer el equilibrio en la primera economía del mundo.
Los datos de empleo, básicos para un fundamentalista de la economía real como él, indican que el deterioro de la actividad se habría frenado, con una tasa de paro en el 4,7% que ya quisieran para sí las economías más dinámicas de la Unión Europea. Y el Gobierno le ha echado una mano, incurriendo en el temido riesgo moral, al neutralizar las subidas de los costes hipotecarios durante una buena temporada a cerca de dos millones de norteamericanos que compraron casas a crédito sin tener un historial de rigor financiero aceptable.
Por tanto, la dimensión de la crisis financiera generada por las hipotecas basura estaría, en principio, ya acotada, puesto que las medidas gubernamentales deberían parar la sangría de impagados en los próximos meses. No es poca ayuda para quien tiene que restablecer el crédito del sistema financiero y conocer la capacidad de consumo de la población, primer agente del crecimiento.
El único problema que no tendría resuelto el gobernador americano es qué hacer con la inflación. Si hay, como hay, un oleaje global de alzas de precios, en Estados Unidos se agravará con una bajada de tipos de interés que debilitaría necesariamente su divisa, su unidad de conversión comercial, que contribuirá a una importación de inflación.