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Tribuna
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La I+D como motor estratégico de crecimiento

Hace años que la investigación y el desarrollo (I+D) tiene, como actividad, carta de naturaleza en las empresas españolas. La casi totalidad de las pertenecientes a sectores en los que la tecnología juega un papel preponderante y cuentan con un cierto tamaño desarrollan actividades de I+D.

Las Administraciones públicas han manifestado una especial sensibilidad por la investigación en los ámbitos públicos y privados, y han actuado como incentivadores de las mismas a través de los distintos y sucesivos programas de ayudas.

Por otra parte, la propia realidad del desarrollo económico exigía a las empresas dejar de basar su presencia en los mercados en el factor coste, para competir en términos de calidad, singularidad y nuevos productos y servicios.

La función de I+D nos parece hoy evidente, pero apenas hace unos años, el investigador era un ser exótico en España, y las pocas empresas que dedicaban algún recurso a esas labores eran más exóticas todavía. Como excepción singular, sólo el espíritu emprendedor y de mejora de algunos pocos empresarios visionarios les llevó a invertir en el desarrollo de tecnologías y productos propios, en aquel momento.

Sin embargo, las singularidades no hacen carácter, y a pesar del merecido reconocimiento a lo ya realizado, nos encontramos -como país- en una delicada situación con respecto al nivel de competitividad de nuestras empresas derivada de la situación comparativa en cuanto a I+D.

Los últimos datos de compañías europeas nos sitúan en una posición muy poco favorable, tanto en términos de inversión relativa como en producción de patentes, participación en proyectos singulares de relevancia o, lo más fundamental, la participación de los productos y servicios de reciente creación propia en el PIB.

Parece por tanto procedente realizar algunas reflexiones al respecto, que intenten señalar los puntos débiles de esa posición y, a ser posible, marquen posibles acciones para superarla.

En primer lugar precisamos prestar atención especial a la formación. Un sistema público de enseñanza debilitado, con disminución de la valoración del esfuerzo y que reduce los contenidos tecnológicos y sus exigencias, no puede producir los buenos y creativos profesionales que necesitamos. Ligado a lo anterior, debemos prestar atención a retener a los científicos que nuestras universidades y escuelas especiales producen. Incrementar la relación Universidad-centros tecnológicos-empresa en el ámbito del I+D es también esencial, pero con un pequeño matiz al objetivo: el fruto del I+D conjunto debe hacerse realidad; es decir, se ha de obtener un nuevo producto/servicio con éxito en el mercado.

Las empresas deberían invertir más en I+D y seguir una política estructurada de trabajo a plazo, en la que el dominio de las tecnologías clave para los productos nucleares de la empresa, presentes y futuros, fueran la fuente informadora de sus programas de formación continua, estudios de vigilancia, proyectos preparatorios, acciones de colaboración exterior, etcétera. Un detallado sistema de evaluación y medición de resultados es también extremadamente deseable para facilitar el control y la adaptación de los planes.

Las Administraciones públicas, por su parte, deberían hacer un esfuerzo adicional por la promoción del I+D basado en tres ejes:

¦bull;Incremento de las ayudas a las empresas que realmente hacen I+D, en forma de incentivo adicional (fiscal, o de otra naturaleza) sobre los resultados exitosos. Hay que incentivar el éxito.

¦bull;Captación y mantenimiento de nuestro capital humano de I+D público, en condiciones económicas, de medios y de estabilidad similares a las de otros países más avanzados o a las de la industria. No podemos exigir resultados competitivos si nuestras condiciones de partida no lo son.

¦bull;Utilización de las compras públicas como elemento de referencia para los productos/servicios desarrollados en el entorno.

Los hasta aquí mencionados constituyen solamente algunos aspectos de mejora evidente en nuestro sistema. El reto que tenemos planteado es muy serio. Nos jugamos el porvenir, la calidad de vida y el tipo de sociedad que dejaremos a las próximas generaciones.

Francisco Javier Cáceres

Director de Innovación y Desarrollo Institucional de Ikusi, Ángel Iglesias, SA

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