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José Manuel Durão Barroso

'La fortaleza del euro es un reflejo de la confianza en nuestra economía'

Su nombramiento hace tres años se interpretó como el triunfo de la agenda liberal. Pero Barroso reconoce que la emergencia de China o Rusia obliga a la UE a redefinir su posición aunque sin caer en el proteccionismo.

'La fortaleza del euro es un reflejo de la confianza en nuestra economía'
'La fortaleza del euro es un reflejo de la confianza en nuestra economía'BLOOMBERG

Políglota empedernido, José Manuel Durão Barroso hubiera podido realizar esta entrevista, en la que además de Cinco Días participaron otros cinco medios internacionales, casi en cualquiera de las lenguas presentes en el encuentro. El presidente de la Comisión Europea (Lisboa, 1956) optó por su inglés torrencial para defender con aparente convicción el liderazgo de Europa en la globalización y la fortaleza de un euro que, a su juicio, refleja ¢la confianza en la economía europea¢. Su perorata a veces se pierde en circunloquios, pero el apasionado mensaje de optimismo puede seducir al oyente.

Usted llegó a Bruselas en 2004 como el adalid del libre comercio, pero en los últimos meses parece haber girado hacia posiciones más proteccionistas.

No veo cambios en la posición de la Comisión Europea. Decimos claramente que queremos proteger los intereses europeos, pero sin caer en el proteccionismo porque sería autodestructivo. Eso sí, queremos ser más firmes en nuestra petición para que otros países abran sus mercados, así como en la promoción estándares globales. Europa está en muy buena posición para esa misión porque desde el campo de la salud al de la protección al consumidor tenemos algunos de los estándares más avanzados del planeta. Y además contamos con la experiencia de ser nosotros mismos, en la UE, un ejemplo de globalización, porque nos hemos entrenado, por decirlo así, en agrupar diferentes estándares nacionales y buscar un denominador común que permita competir en igualdad de condiciones. O sea, que en absoluto vamos hacia un nuevo proteccionismo. Sólo queremos influir de manera más activa en la globalización.

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Pero, recientemente, su Comisión ha propuesto medidas para impedir la entrada de ciertos inversores extracomunitarios en el sector energético que han inquietado en Rusia.

No podemos ser inocentes. Exigir a las compañías extracomunitarias que respeten ciertas condiciones si quieren invertir en nuestro sector energético no es proteccionismo. Todo lo contrario. Lo que hacemos es proteger la competencia en el mercado, para evitar posiciones dominantes. Ocurrió igual, por ejemplo, cuando la CE abrió su expediente contra Microsoft. Tampoco fue proteccionismo. No teníamos un producto similar [al sistema operativo Windows] que quisiéramos proteger de la competencia estadounidense. En absoluto. Fue para mantener el mercado abierto, para preservar la competencia. Y en energía lo mismo. No queremos proteger a nuestras compañías. Damos la bienvenida a los inversores extranjeros y, por cierto, somos el primer destino [mundial] en inversión extranjera directa. Debemos mantener esa situación, pero de forma que sea compatible con las normas del mercado interior.

¿Y cómo se justifica la posibilidad, planteada por algunos miembros de la Comisión, de limitar la inversión de los llamados fondos soberanos?

Por favor, no saquen de contexto mis declaraciones o las de la Comisión. El mundo está cambiando muy rápido. Hoy, para ser honestos, la situación es muy diferente a la de hace unos años. En el caso de los fondos soberanos, por ejemplo, algunos de ellos son un nuevo fenómeno. No tienen el mismo impacto que hace unos años. De modo que estamos discutiendo el tema y haciendo algunas investigaciones para saber si detrás de sus decisiones inversoras hay sólo razones comerciales o de otro tipo. No excluyo la posibilidad de que la UE cambie sus instrumentos [legales]. Pero mantengo mi compromiso personal de que esta Comisión defenderá la apertura de la economía y de la sociedad. Es el mejor camino para dar Europa la fortaleza que necesita para afrontar los nuevos desafíos. No hay cambio de política. Sólo nuevos instrumentos.

Mientras se aprueban esos nuevos instrumentos, las empresas europeas compiten con las de países como China, donde los estándares sociales o medioambientales son mucho menos elevados.

Hay ciertos problemas de competencia y por eso hemos lanzado algunos procedimientos de antidumping, también contra China. Pero seamos también claros sobre esto: no podemos exigir una reciprocidad absoluta porque no sería bueno para Europa y porque existen en el Planeta distintos niveles de desarrollo. Hay economías emergentes a las que estamos pidiendo que hagan un esfuerzo proporcionado. Pero no podemos exigirle de la noche a la mañana a nuestros socios chinos, por ejemplo, que apliquen exactamente los mismos estándares medioambientales que en Europa.

Tampoco creo que fuera apropiado, y afortunadamente nadie lo propone, negarnos a hacer negocios con los países que no se rijan por las mismas normas que nosotros. Eso significaría, por ejemplo, dejar fuera de nuestro mercado a todos los países africanos y en vías de desarrollo. Y eso no puede ser. Por cierto, que la UE es el mayor exportador del mundo. Y sería completamente autodestructivo imponer una reciprocidad completa. Lo que podemos hacer es defender activamente que se vayan elevando los estándares, no como método proteccionista, sino porque creemos que puede beneficiar a todos los países y ala economía mundial.

Las empresas europeas también comienzan a quejarse del impacto del tipo de cambio [la entrevista se realizó el día 20, con el euro cotizando a 1,47 dólares; ahora lo hace a 1,49] en su competitividad internacional.

Globalmente, el hecho de que el euro alcance tal valor es un reflejo de la confianza en la economía europea. Debemos tener eso claro. No hay ninguna conspiración contra el euro. Lo que, sin duda constituye un problema, es la debilidad del dólar, eso es verdad, y eso inquieta a algunos sectores no sólo de la economía europea sino de la mundial. Dicho eso, respeto totalmente la independencia del BCE y debo abstenerme de hacer comentarios en público sobre lo que se debe hacer o dejar de hacer respecto al tipo de cambio. Prefiero dejar ese debate a las instituciones adecuadas. Pero apoyo totalmente la reacción del Banco Central Europeo durante las recientes turbulencias en los mercados financieros. Y hay que recordar que nuestra balanza comercial con EE UU mejora incluso con el euro fuerte y el dólar relativamente débil. De manera que el argumento relativo al daño de la cotización del euro en las exportaciones no siempre es cierto. Con quien tenemos un problema de balanza comercial es con China, pero no con EE UU, al menos, de momento.

Y no debe olvidarse que las exportaciones de Alemania están disparadas. Esto indica que hay otros factores, aparte del tipo de cambio, que pueden tener tanta influencia, sino más, en nuestra competitividad mundial. Y en ese terreno lo importante son las reformas estructurales y la adaptación de nuestras economías a la nueva situación de la competencia mundial. Y sin minusvalorar los desafíos que afrontan algunos sectores, creo que no demos poner al euro como excusa de la falta de competitividad o de la presión que soportan ciertas industrias.

La semana que viene [por ésta] se celebra en Pekín la cumbre Rechina y en Nueva Delhi, la de UEIndia. ¿Cuál va a ser su posición durante comerciales de esa envergadura?

Mi mensaje a China, por un lado, va a ser de felicitación por haber sacado a millones de personas de la miseria. Han conseguido dar prosperidad a sus ciudadanos asumiendo las leyes del libre mercado. Y eso vale también para India. Y es bueno no sólo para esos dos países, sino también para Europa. El crecimiento de Asia es positivo para todo el planeta. Hace unos años, unas turbulencias financieras como las iniciados este verano en EE UU hubieran tenido un impacto negativo mucho mayor. Ahora hemos visto que la economía estadounidense no es el único motor del planeta. Ni mucho menos. Nosotros y Asia somos ya también motores de la economía mundial. Y eso es bueno para la UE, que ciertamente es muy dependiente de la buena salud de la economía mundial. De modo que mi mensaje en Pekín será en forma de pregunta: ¿quieren que se vea a China como una amenaza para la economía mundial o como una oportunidad? Nosotros creemos que tiene que ser vista como una oportunidad. Pero el crecimiento de China, India y otros países emergentes lleva aparejado un aumento de las responsabilidades de esas naciones. En términos energéticos o de emisiones, por ejemplo, no pueden actuar con indiferencia porque todos vivimos en el mismo planeta. Sobre esos asuntos, debe haber un diálogo que, honestamente, no era posible hace unos años. Ahora sí.

A veces, con las noticias del día a día, no nos damos cuenta, pero está habiendo un nuevo paradigma. Y uno de los elementos definitorios son la energía y el cambio climático porque son fenómenos tan globales que los argumentos sobre la interdependencia resultan obvios.

El nuevo Tratado de la UE se firma en diciembre en Lisboa, pero le espera un proceso de ratificación con algún incierto referéndum, como el de Irlanda. ¿Cree que entrará en vigor finalmente?

Espero que todos los países que negociaron el Tratado lo ratifiquen, incluida Irlanda, porque en una Unión de 27 miembros sería muy difícil seguir trabajando, si sistemáticamente cada acuerdo que se firma luego no se ratifica.

Otros países han evitado el riesgo ratificándolo por vía parlamentaria.

Cada Estado debe elegir y es un tema sobre el que no tengo competencias. Pero no se puede decir que una ratificación parlamentaria es menos legítima que una por referéndum. Simplemente, no es verdad y mantener lo contrario me parece poco democrático.

El Tratado crea la Presidencia de la UE. ¿Será fácil la convivencia con él o con ella para el presidente de la CE?

Primero debe ratificarse el Tratado, de modo que prudencia. En todo caso, yo apoyé la idea de esa presidencia porque dará más estabilidad institucional. La rotación cada seis meses supone un gasto de tiempo y energía. El nuevo sistema mejorará la coordinación. Por supuesto, el éxito en Europa non depende sólo del marco institucional, sino, sobre todo, de las personas que ocupan los cargos.

¿Se le ocurre algún nombre para el puesto?

[Risas] Ni siquiera bajo tortura diría un nombre.

¿Y seguirá usted al frente de la CE?

Quedan todavía dos años, casi la mitad del mandato, y no quiero ya una atmósfera de final de reinado. Puedo decir que estoy disfrutando de verdad este trabajo, que estoy completamente comprometido, y que lo considero un privilegio. Pero no puedo anticipar lo que haré o lo que otros querrán que haga.

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