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La Bolsa en la tercera edad

Miguel Rodríguez

Los ciclos tarde o temprano se agotan y las Bolsas, como los viejos electrodomésticos, comienzan a dar problemas. Los analistas de Citi publicaron en septiembre un informe muy comentado en el que afirmaban que los mercados de renta variable estaban entrando en lo que denominaron una fase de maduración del ciclo o maturing bull, en inglés.

Esta fase, la tercera de un ciclo de cuatro, iría a continuación de una fase alcista para acciones y bonos en un contexto de crecimiento de beneficios y caída de los diferenciales de los bonos de empresa. En la fase de maduración del ciclo también suben las Bolsas, pero el vigor de la fase anterior se va agotando y la volatilidad toma las riendas. El todo vale de años pasados ya no sirve porque el apetito de riesgo de los inversores es mucho más comedido y las apuestas se hacen más inspiradas por la reflexión que por la euforia.

Los mercados en esta fase están a la que salta; son inseguros y suspicaces, y a la primera de cambio se despeñan cuando los resultados de una compañía pierden pie o los indicadores económicos hacen aguas.

En esta fase intervienen tantos pesimistas como optimistas, lo que obra el milagro de que pocos días después de una jornada negra en las Bolsas, los índices luzcan nuevos máximos gracias al buen hacer de los cazagangas.

En esta fase parece que no pasa nada hasta que pasa de todo, y los riesgos que desde hace meses pesaban en los mercados y que habían sido ignorados por los inversores de repente pasan a un primer plano. Lo que antes era grisáceo se va tornando cada vez más negro. Más y más a medida que el ciclo maduro se agota antes de dar paso al mercado bajista, en el que los bonos y las acciones caen como uno solo arrastrados por un empeoramiento palpable de los beneficios y de los balances empresariales.

Es, como en la vida, un camino que hay que andar. Con la ventaja de que la vida de la Bolsa es cíclica y lo que en un momento muere acaba por renacer. El problema es conocer los tiempos, saber interpretar las señales que indican que se acaba un ciclo y que la Bolsa deja definitivamente la tercera edad.

Pero eso no lo sabe nadie, porque nadie tiene la bola de cristal. Pero las señales están ahí y son cada vez más persistentes.

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