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No todos los récords son iguales

Nuño Rodrigo

Los 16.000 puntos parecen a tiro. Un par de buenas sesiones de Wall Street bastarían, después de que el Ibex batiese los 13.000 puntos hace algo más de un año, en plena efervescencia energética, amarrase los 14.000 muy poco después y obtuviese los ansiados 15.000 en abril de este año, después de varios intentos fallidos. En la sesión de ayer, semifestiva, se tomó una pausa, algo esperable después de cinco récords consecutivos.

Los retrocesos, de todos modos, fueron más controlados que en otros mercados europeos. Gracias, sobre todo, a la solidez de Telefónica. La empresa de telecomunicaciones ha registrado a lo largo de este año un giro copernicano en su papel dentro del mercado. De ser la eterna promesa al motor del índice, un hecho que se puso de manifiesto en el día del inversor de principios del mes pasado.

Es esto lo que ha permitido que el Ibex regrese a máximos en solitario, es decir, sin que otros índices internacionales hayan participado de estos récords. O que lo haya hecho con un buen número de valores lamiéndose, todavía, las heridas infligidas por la crisis hipotecaria en Estados Unidos y por las perspectivas de un pinchazo inmobiliario doméstico. Ha sido un récord cocinado sólo con un puñado de ingredientes. Solidez para la Bolsa, como se demostró ayer. No es fácil hacer caer más de un 2% a valores como Santander y Telefónica. Ni siquiera cuando Wall Street llora cuando la Reserva Federal apaga la música.

La pujanza de los blue chips no deja de ser indicativa, en todo caso, de la madurez del ciclo bursátil. El inversor ha asumido que las gangas son cada vez más difíciles de encontrar -sobre todo si no se dispone de información privilegiada- y entra en las compañías de referencia, más aburridas pero también por eso más previsibles. Y la desaceleración económica no hará sino reforzar la tendencia.

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