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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trabas regionales al comercio

Una de ventajas de la Administración autonómica es la cercanía con el ciudadano, algo que debería redundar en el ahorro de una buena dosis de burocracia innecesaria. Sin embargo, este axioma no siempre se cumple como ha puesto de manifiesto un estudio del Banco de España que compara la regulación del comercio minorista por comunidades autónomas. La conclusión no es esperanzadora: entre 1997 y 2007 la regulación -y en cierta forma las trabas que tales normas conllevan- ha aumentado de forma alarmante en la mayoría de las comunidades. El análisis establece un indicador entre 0 y 10, siendo el 0 la mayor flexibilidad y 10 el mayor nivel de regulación. Para ello se han analizado parámetros como la libertad de horario, la apertura en domingos y festivos, los periodos de rebajas, los impuestos específicos para grandes establecimientos o las moratorias prohibiendo nuevas aperturas.

De las 16 regiones -el País Vasco se ha excluido-, solamente Galicia, La Rioja y Comunidad Valenciana han rebajado sus exigencias regulatorias. En el otro extremo, Asturias y Navarra han registrado los mayores aumentos en estos diez últimos años. Gran paradoja, ya que Asturias (en 2007 situó su índice en un 6,2) y Galicia (en 3,3) son fronterizas, por lo que no sorprende que sea en la parte gallega (en Ribadeo) donde se haya instalado la gran superficie de la zona.

No se justifica el desenfreno de la mayoría de los Gobiernos regionales (sin importar el color político) por impedir el desarrollo de un comercio minorista, máxime si el gran perjudicado con ello es el consumidor -y votante- bajo su administración. El debate sobre quién determina a qué hora pueden hacer la compra los ciudadanos es absurdo, además de ineficaz. Lo hacen cuándo pueden o cuándo quieren y los Gobiernos autonómicos no deberían intervenir en semejantes decisiones. Por el lado de la oferta, corresponde a los comercios establecer sus horarios en función de la mejora del servicio y, por supuesto, de su rentabilidad. Lo contrario es, una vez más, nadar contracorriente.

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