Deutsche y la verdad del ladrillo
No tener negocio hipotecario es una ventaja cuando se trata de hablar del ladrillo. Alrededor de este tema parece girar la actualidad económica, tanto cuando las casas suben como dejan de hacerlo. Es fácil que, cuando salta la conversación, más quien menos tenga una casa en propiedad, y así hay personas cuyo juicio sobre el mercado inmobiliario está matizado por este hecho. Por ejemplo, si alguien decidió hace un año dedicar a una hipoteca el 40% de su salario durante tres décadas, probablemente no diga que la vivienda cae.
Con las entidades financieras sucede lo mismo. La cuestión del ciclo inmobiliario no se aborda de la misma forma cuando se tiene concedido a promotores hasta el 20% del total de la cartera de créditos que quien mira desde la barrera -al menos todo lo alejado que pueda de una cuestión tan relevante como esta-. Así que lo que más se oyó en el verano era que en España no hay hipotecas subprime y que la morosidad está en mínimos históricos. Verdades a medias toda vez que no hay subprime, pero sí hipotecas de riesgo, y que la morosidad pasada es apenas relevante.
Aportaciones más pausadas tienen que venir de bancos extranjeros, como Morgan Stanley o Deutsche Bank. La entidad germana lo tiene claro: vienen curvas. Y apunta la cuestión clave: la capacidad de la economía de adaptarse al nuevo ciclo. La flexibilidad, la capacidad de la economía para hacer borrón, cuenta nueva y reasignar recursos.
Según Deutsche, cinco años con plomo en los tobillos son seguros y pueden ser de 10 a 15 en economías menos flexibles. La española no es un prodigio de flexibilidad, pero tampoco está en el otro extremo. Lo que, desde luego, no ayudará en ningún caso a superar la crisis es tratar de negarla. Una rápida purga que devuelva la actividad al mercado y reasigne recursos y expectativas.