Un secreto llamado carisma
Es la nueva clave de la política y la economía europeas: cursos para forjar líderes seductores
Para aprender a fascinar, sólo el 50% del carisma es innato: el resto se puede aprender. Carisma es la nueva fórmula que promete éxito en la economía y la política europeas. En Stuttgart se ha abierto la primera academia de carisma (Akademie für Anziehungskraft) para ejecutivos y políticos, en la que se enseñan los secretos del encanto en seminarios y workshops.
Está por todas partes. La Redeakademie en Bonn ofrece entrenadores de personalidad que potencian el carisma como un factor de la inteligencia emocional. Las consultoras europeas estudian cómo se escenifica hoy el encanto ante la opinión pública, evalúan el atractivo de los ejecutivos ante empleados y clientes, muestran a éstos cómo autobloquean su carisma, enseñan a reconocer juegos de estatus y dominio y a recuperar el 'equilibrio perdido'. Incluso con técnicas teatrales para sintonizar el lenguaje corporal y el manejo de las emociones.
La clientela del consultor Oliver Fink, fundador de la Akademie für Anziehungskraft de Stuttgart, está formada por empresas y sus directivos. Fink promete formar a 'ejecutivos competentes y apasionados, que impacten por su autenticidad, sus conocimientos y su visión de futuro'. Fink asesora, por ejemplo, a American Express, Novartis, Red Bull, Bosch, DaimlerChrysler, Unilever, Renault y SAP. Los tres pilares de su formación son la personalidad ('¿quién soy, qué represento y a dónde voy?'), métodos y know-how ('¿cómo lo puedo hacer mejor?'), y visión de futuro ('¿qué está cambiando fuera, cómo configuro mi futuro y cómo desarrollo buenas ideas?').
¿No es, pues, un don natural como la belleza, la gracia, la simpatía o el talento? ¿Se puede entrenar el carisma? Sí, dicen los expertos; pues se trata de reconocer el propio encanto, potenciar la seguridad en sí mismo y mejorar el manejo de las emociones.
Para el psicólogo británico Richard Wiseman, el 50% del carisma se puede aprender. Pautas sencillas como mirar a los ojos, escuchar atentamente y dominar el lenguaje corporal (mostrándose desenvuelto y abierto) son claves. Alguna de sus premisas como la seguridad en uno mismo, la inteligencia emocional, la gesticulación adecuada y la voz agradable se pueden entrenar y mejorar. 'El resto viene del interior, acoplado a la personalidad; y es el resultado de la trayectoria y las circunstancias de cada persona, de sus emociones y su disposición a relacionarse positiva y abiertamente', afirma la autora Ingeborg Pils, de Múnich.
El carisma no es sólo un rasgo de la personalidad sino, en gran medida, una atribución externa, dice Jörg Abromeit, jefe de la Redeakademie de Bonn y consultor especializado en carisma para altos cargos de la política y la economía. 'Salvo algunas figuras excepcionales de la historia, como John F. Kennedy, no encontrará personalidades que sean carismáticas para todo el mundo'. La razón es que los valores que representan no tienen la misma resonancia en todo el mundo. Abromeit cita como carismáticas a dos poderosas figuras de la política alemana del siglo XX: los cancilleres socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmidt. También al ex ministro verde de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, de una retórica apabullante. Al británico Tony Blair, al presidente francés Nicolas Sarkozy y al Rey Juan Carlos.
Por el contrario, en el mundo de la economía, Abromeit descalifica al jefe del consejo de vigilancia de Volkswagen, Ferdinand Piëch ('un hombre esquivo'); al presidente de Eon, Wulf Bernotat ('nada carismático'), e incluso a Josef Ackermann, el máximo responsable del Deutsche Bank y uno de los directivos más poderosos de Europa. 'Aunque se le considere una figura carismática, sus puestas en escena evidencian una terrible falta de instinto y de empatía'. ¿Y Wendelin Wiedeking, jefe de Porsche? 'Es un buen ejemplo del patriarca carismático, responsable y socialmente competente'.
Sabemos si alguien nos resulta simpático en milésimas de segundo. 'El tiempo que tarda en llegar la señal visual al área responsable del cerebro', afirma Hans Irtel, psicólogo de la Universidad de Mannheim. De ahí que sólo el 7% del encanto de una persona se base en lo que diga. Entonces, ¿es la envoltura más importante que el contenido?, se pregunta Pils. 'No', responde Andrea Köster, psicóloga de Hamburgo. 'La belleza sólo influye positivamente cuando no se dispone de más información sobre el sujeto. Cuanto más se conoce al interlocutor, mayor es la importancia de otros factores'. Los expertos coinciden en que la clave está en la actitud: ser abierto y optimista, mostrar interés por los demás y ser auténtico. Para una buena puesta en escena profesional, Abromeit aconseja en sus seminarios de presentación y carisma prepararse antes de hablar y saber quién escucha y qué quiere. Además, argumentar pensando en el interlocutor, ganarse al público en el primer minuto (con humor, anécdotas, pero no con chistes) o la manera de poner el cuerpo, las manos, la mirada, son fundamentales. También se puede aprender a controlar los nervios.
Por supuesto, esto no garantiza afecto alguno. La pasada primavera la prensa alemana comentaba que es difícil 'querer' a ejecutivos como Klaus Kleinfeld, el ex jefe de Siemens que dimitió en mayo. 'Se sienten tan invulnerables, tan absolutamente seguros de sí mismos y de su poder que olvidan lo que pueden provocar con sus palabras y sus hechos', afirmaba Alexandra Borchardt, columnista de economía del diario Süddeutsche Zeitung.
Para los teóricos del management, no es casualidad que en la segunda mitad del siglo XX surgieran grandes políticos y empresarios en Alemania. 'Quienes crecieron en el tiempo de la posguerra experimentaron carencias, privaciones, pérdidas, humillaciones que les hicieron vulnerables', añade Borchardt. Jörg Abromeit no está completamente de acuerdo. 'Nos acordamos sólo de los grandes personajes, pero no sólo hubo grandes y excelentes figuras'. A su juicio, en tiempos de crisis las empresas y los Estados eligen personalidades carismáticas capaces de dar el golpe de timón necesario. Pero, no siempre son quienes conducen el barco por aguas más sosegadas. 'Además, aquella generación de políticos y directivos se debió superar a sí misma ante los inmensos retos existenciales que debía solucionar'.
HabilidadesTrabajar las posturas corporales, aprender a colocar las manos en cada momento o controlar la mirada según lo que se quiere expresar son algunos de los aspectos a tener en cuenta para fomentar el carisma, según señala Jörg Abromeit, jefe de la Redeakademie de Bonn.
Los diez errores
En sus seminarios, Jörg Abromeit, consultor especializado en entrenar a personalidades de la política y la economía y jefe de la Redeakademie de Bonn, habla irónicamente de 'las diez reglas de oro para ganarse al público'.1 Hable sólo de sí mismo. Los oyentes estarán encantados de escuchar una autobiografía.2 Empequeñezca a su interlocutor, seguro que se sentirá mucho mejor.3 Engrandézcase a sí mismo. Total, los demás son menos importantes.4 Enseñe al otro. La mejor manera de calar en los demás de manera positiva: creer que uno lo sabe todo.5 Quéjese. Los demás deberían sentirse satisfechos por poder escuchar todos nuestros puntos de vista. Protestemos.6 Hable sobre todo de religión y política cuando no conozca bien a su oyente.7 Interprete, pues al fin y al cabo usted quiere algo del otro y a nadie le importa cómo piensa realmente.8 Hable mal de los demás. En muchas ocasiones no se conoce lo suficiente al oyente. Hablar mal de otros puede suponer un problema.9 Si está de mal humor, peor para los demás. Llevarse los malos humos con uno, la mejor manera de ganarse a la gente.10 No se interese por su interlocutor e interrúmpale todo lo que pueda, seguro que da resultado.
Entre el encanto y la controversia
Una controvertida figura de la economía europea actual es Josef Ackermann, el jefe del Deutsche Bank, el primer banco alemán. A pesar de sus buenos resultados, no se saca su imagen negativa de encima. Desde que a principios de 2005 expresó sus ambiciosos objetivos de alcanzar un rédito del 25% y, seguidamente, anunciara el recorte de 6.400 puestos de trabajo tiene imagen de frío capitalista. La opinión pública tampoco se olvida de que Ackermann formó parte de la comisión del consejo de vigilancia de la operadora Mannesmann que autorizó el pago de indemnizaciones por 57 millones de euros a ejecutivos de Mannesmann cuando ésta fue objeto de un opa hostil por parte de su rival británico Vodafone en el año 2000.Ackermann no sólo tiene en contra a parte de la opinión pública y de la clase política, sino que incluso se cuestiona su éxito como banquero. Sus buenos resultados son fruto del impulso de la banca de inversión y su objetivo es competir con los colosos financieros europeos, estadounidenses y asiáticos. Su obsesión por alcanzar una rentabilidad del 25% antes de impuestos se debe al convencimiento de que sólo se podrá garantizar la autonomía del banco mediante grandes beneficios. La prensa anglosajona lo ha nombrado varias veces, bank of the year. Pero, hace pocos días volvió a cometer un error al presentarse en un talkshow televisivo (dirigido por Maybrit Illner) y mezclar roles. Por un lado, como jefe de un banco y, por otro, como experto financiero. En televisión declaró a Illner que la actual crisis crediticia afectará también los resultados del Deutsche Bank, provocando todavía mayor inseguridad entre sus accionistas. El efecto contrario al deseado por Ackermann.