Un mal dato para la inflación
Estaba descontado que el dato de la inflación de septiembre no iba a ser bueno y, de hecho, los analistas hablan de cerrar el año en torno a un 3%. Sin embargo, la subida de cinco décimas en el IPC adelantado (del 2,2% de agosto al 2,7%) está por encima de lo esperado, por lo que quizá el 3% se quede corto. A expensas de conocer el detalle y, por tanto, achacar con exactitud a qué productos se debe tan abultada subida, parece fuera de duda que el alza del petróleo y de los alimentos ligados a los cereales tendrán gran parte de responsabilidad. La duda es qué parte se contabiliza a cada uno.
El crudo, en máximos, llegó ayer a los 81 dólares, lo que supone una mala noticia para la inflación, especialmente si se tiene en cuenta lo que costaba el año pasado por estas fechas (de media 61,36 dólares el barril entre septiembre y diciembre). Estos 20 dólares de diferencia presionarán sobre el IPC tanto por el encarecimiento de los carburantes como por el efecto sobre otros productos que acaban repercutiendo sobre sus precios finales el aumento del coste de transporte. De momento, la tormenta financiera y su efecto en Bolsa ha desplazado a muchos inversores hacia los futuros de petróleo, lo que está presionando el crudo al alza. Sin embargo, respecto al efecto del petróleo sobre la inflación hay poco margen de maniobra y el único consuelo es que un euro fuerte (ayer tocó los 1,42 dólares) permita suavizar la factura energética.
Otro cantar es la subida de los alimentos. Aquí sí existe la posibilidad de que los Gobiernos -incluido el español- adopten medidas para evitar que la especulación con el cereal se traslade a los precios de productos como el pan, la carne, los huevos o la leche de una manera desorbitada e injustificada. En este sentido, son de aplaudir medidas como volver a cultivar las hectáreas cerealistas retiradas por la PAC.