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Tribuna
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Repsol, Gas Natural y el mercado ruso

Durante los primeros días de septiembre han tenido lugar unos acontecimientos con repercusiones bastante negativas para las empresas energéticas españolas. En primer lugar, Sonatrach ha expulsado a Repsol y Gas Natural de la explotación del yacimiento Gassi Touil, que constituía un proyecto de gran envergadura. En segundo lugar, la fusión de Suez y GDF ha paralizado las expectativas de expansión de Gas Natural. Ambos acontecimientos han dejado en una mala situación la estrategia de proyección exterior de ambas empresas españolas, que conduce a realizar un replanteamiento de largo alcance. En la actualidad, las expectativas de expansión pueden presentar serios límites en América Latina, debido a la ola de cuestionamientos de derechos de propiedad, o en África o Asia por la falta de proyección de estas empresas en estas áreas. En estas condiciones, emerge la posibilidad de profundizar en el mercado ruso.

¿Tiene sentido proyectarse hacia Rusia? Después de varios años, parece que se han estabilizado las normas para regular el sector de energía ruso. Por un lado, se ha constatado que las empresas estatales Rosneft, en el sector del petróleo, y Gazprom en el del gas, se han constituido en los agentes que velan por el correcto funcionamiento del mercado energético. Aunque hace unos años tales tendencias no estaban claras, en la actualidad constituyen un parámetro de referencia que es patente y, por tanto, provee a la situación de participación en el mercado energético ruso de una seguridad respecto a los interlocutores. Adicionalmente, dada la falta de recursos existentes en tales empresas, también está quedando patente la buena disposición tanto del Gobierno ruso como de las empresas energéticas rusas a contar con inversores que participen en diversos proyectos energéticos.

A este respecto, recientemente se ha tratado de acelerar la explotación del macroyacimiento gasista de Stockman (ubicado en el Ártico). Gazprom asume que ostentará el 51% de las acciones de la empresa que lo explota, pero permitirá la entrada de empresas extranjeras. Por ejemplo, la empresa francesa Total ha adquirido un 25% y se estipula que Gazprom está buscando al menos otro socio que adquiera un paquete del 24%. A medio plazo es previsible la participación en los grandes yacimientos de gas ubicados en los alrededores del lago Baykal, en particular en Kovikta y Chayand, así como en Sajalin. Por otro lado, en 2008 se prevé que entrará en funcionamiento el oleoducto Altay, que permitirá la venta de petróleo de la zona de Yamal, en el norte de Siberia Occidental, a China. Tales yacimientos de petróleo pueden constituir una fuente interesante para introducirse en el sector del petróleo. Asimismo puede tener grandes expectativas de futuro la participación en la construcción de plantas de licuefacción de gas, cuyo interés en Rusia es creciente y la experiencia de las empresas españolas muy relevante.

Los recientes fracasos de las mencionadas empresas españolas permitirán la aparición de unos excedentes monetarios que pueden ser invertidos en el mercado ruso. Un comportamiento similar que puede servir de ejemplo es el constituido por Eon, que está tratando de destinar parte de los recursos que pretendía dedicar a la compra de Endesa a adquirir activos energéticos en Rusia. En el caso español, aunque la proyección sobre el mercado ruso es muy modesta, sí que existen algunos ejemplos de penetración, que pueden constituir la base para ampliar sus inversiones. æpermil;ste es el caso de la pequeña empresa petrolera rusa West Siberian Resources, en la que Repsol posee el 10% del capital.

Así pues, la coyuntura actual puede transformarse en propicia para cambiar la proyección de las mencionadas empresas españolas en el exterior e incluso para diversificar en España a medio plazo el abastecimiento, al menos, de gas. En este sentido, a finales de este mes tendrá lugar una visita oficial del presidente José Luis Rodríguez Zapatero a Moscú, acontecimiento que debería transformarse en una ocasión para mejorar las relaciones hispano-rusas, tal como ha ocurrido con los casos de Francia y Alemania. En particular, en la agenda de discusiones debería introducirse la participación de las empresas de energía españolas en el mercado ruso. Sería deseable que el Gobierno cambie su sistema de asesoramiento para que la diplomacia española se encuentre al mismo nivel de otros países líderes europeos y no se presenten problemas similares a los que han provocado los malos resultados argelinos.

Antonio Sánchez Andrés. Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia

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