El temor de los optimistas
Algunos de los analistas que tradicionalmente hacen gala de mayor optimismo están preocupados. Muchos de los que suelen ver la Bolsa de color de rosa, los que minimizan los reveses y encuentran que las caídas no son sino oportunidades de compra, ahora no lo tienen tan claro.
No es que de un día para otro se hayan vuelto agoreros o tremendistas, pero acusan la incertidumbre que reina en las Bolsas y saben, por propia experiencia, que en situaciones de volatilidad extrema lo más fácil es perder hasta la camisa.
Esperar y ver es la consigna que mandan las casas de análisis. Y eso que la Bolsa esta semana se ha comportado extraordinariamente bien, como si a las acciones les hubiera entrado un sentimiento de culpa y hayan querido resarcir de alguna manera a los inversores que peor lo han pasado este verano.
Pero el que la Bolsa haya registrado una de las semanas más alcistas del año no es sino un síntoma la volatilidad. Porque según está el sentimiento del mercado hay tantas probabilidades de subidas como de bajadas de esta intensidad. Lo que más teme la Bolsa es la incertidumbre. El que en cualquier momento se retratará otro banco u otro fondo que se ha visto atrapado por la crisis de liquidez.
Pero los optimistas no pierden la esperanza, porque saben que es cuestión de tiempo que las aguas vuelvan a su cauce. Las perspectivas de beneficio siguen siendo buenas (por lo menos para lo que queda de año) y las valoraciones son atractivas. Así que más tarde que pronto las Bolsas deberían recuperar la calma.
Bien es cierto que el mercado no es el de hace unos meses. Porque además de la crisis hipotecaria estadounidense, el ciclo empieza a estar maduro. Los índices llevan cuatro años subiendo, amparados en el crecimiento de los beneficios y en las operaciones corporativas. Y como nada dura eternamente, las etapas se van agotando.
Dejando a un lado la crisis subprime, es normal que aumente la volatilidad cuando el ciclo está maduro. En este estadio el mercado hace su propio ejercicio de darwinismo y premia sólo a aquellos capaces de sobrevivir a un entorno de empeoramiento económico, los que mantienen el crecimiento de sus beneficios y el liderazgo en su sector.
Hay, desde luego, oportunidades en la Bolsa. Pero para encontrarlas va a haber que trabajárselo un poco más.