Se acabó la magia del 'e-mail'
Después de un mes de vacaciones y la pereza inicial que conlleva la vuelta al trabajo, lo peor, sin duda, es abrir la bandeja de entrada del correo electrónico y comprobar que en tu ausencia te han enviado sólo 1.654 mensajes. Y digo sólo porque a partir del 10 de agosto mi correo se bloqueó y dejó de admitir mensajes. Un alivio. Me imagino lo que habría sido que mi dirección de correo electrónico hubiera estado abierta todo el mes. Prefiero no pensarlo, sobre todo por el precioso tiempo, nadie te quita una mañana, que se pierde limpiando este tipo de archivos. Una vez hecha una primera criba en la que he borrado todos los spams, invitaciones a participar en casinos y sugerencias eróticas, he guardado aquellos que podrían ser de interés. La mayoría de éstos también han ido a la papelera.
La razón es muy simple. Desde agencias de comunicación y gabinetes de prensa de guardia durante el mes de agosto, periodo que suele caracterizarse de sequía informativa, aunque muchas veces no sea así, se envían informaciones susceptibles de ser publicadas cuando los medios están a medio gas. Creen que si amplían el abanico van a tener más oportunidades para dar salida a sus informaciones. Y además, los envíos suelen hacerse de forma masiva, a toda la red de contactos, independientemente de que el asunto sea de interés para quien lo recibe. Da igual. Deben pensar que alguno picará y publicará la noticia. No creo que sea la mejor estrategia para conseguir resultados, cuando lo normal, y así lo hacen los profesionales serios, es tener identificados a sus auténticos destinatarios. Con ello se evita sobre todo que la nota de empresa acabe en la papelera. Una vez chequeados aquellos mensajes sospechosos de contener alguna información de interés sobre gestión, formación o directivos, tan sólo he guardado cinco mensajes. El resto fue eliminado. Lejos han quedado esos días en los que te apetecía encender el ordenador, abrir el correo electrónico y comprobar que alguien te había escrito, y ya no me refiero sólo a fuentes de información. Te apetecía que algún conocido se acordara de ti y te escribiera, o te preguntara si había alguien al otro lado de la red. Se empezó a sustituir el teléfono por esta herramienta, mucho más cómoda y útil en cuanto a rapidez e inmediatez. Sin embargo, la avalancha de correos electrónicos ha acabado con esa magia. Ahora ni los amigos te escriben. Están demasiado ocupados borrando sus bandejas de entrada.