Los tipos invariables
A las dos de la tarde de ayer miércoles supimos la decisión del Banco Central Europeo, en adelante BCE, de mantener los tipos de interés en la eurozona en el 4%. Esa ha sido la decisión del consejo de gobierno del BCE reunido en su sede de Fráncfort bajo la presidencia del francés Jean-Claude Trichet. Las expectativas previas eran de una nueva subida de un cuartillo, otro 0,25%, que se añadiría a las anteriores dentro de una serie al parecer destinada a cumplir con la misión básica del Banco de contener la inflación, es decir el índice de precios al consumo, considerada una variable decisiva para la salud de la economía.
Sucede que entre tanto se han producido turbulencias arrastradas por la crisis hipotecaria desatada en Estados Unidos, a propósito de las subprimas, y esa situación ha sido tenida muy en cuenta. El BCE parece haber escuchado también al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, decididamente contrario a la subida de los tipos y quién sabe si también a nuestra ministra de la Vivienda, Carme Chacón, que se había pronunciado en el mismo sentido con toda rotundidad. Enseguida vendrán los puristas de la fiesta para objetar que el cambio del guión previsto pone en cuestión la independencia del BCE que se considera pieza clave para la ortodoxia económica de la eurozona.
Las tasas, como se sabe, estaban en el 2% desde junio de 2003 hasta diciembre de 2005, cuando empezaron las ocho subidas escalonadas de cuartillo en cuartillo hasta llegar al 4% actual. Para el lector no hipotecado toda esta serie de cifras puede parecer que se mueve en el tercer grado de abstracción pero quienes están encadenados con las hipotecas para hacerse con la propiedad de su vivienda sentían la ascensión de cada uno de esos escalones como un asalto a sus disponibilidades económicas. Porque una cosa es endeudarse con los tipos al 2% y otra multiplicada por dos atender a los pagos mensuales cuando se sitúan en el 4%. La decisión del BCE, como decía ayer un buen amigo periodista en el informativo de las 14:30 horas de la Cadena SER, servirá para calmar las angustias de quienes, empeñados en ser propietarios de la vivienda, se engancharon a las hipotecas y venían padeciendo con la subida de los tipos de interés.
Ya se sabe que una de las mejores maneras de definir una sociedad es conocer dónde se sitúa el prestigio. En nuestro país debe anotarse un cambio según el cual se podía decir que los nuevos españoles eran unos ciudadanos que morían como propietarios de una vivienda o habiendo comenzado a pagar las letras para su adquisición.
La gran tarea pendiente supone una rectificación. Se trata de dignificar la condición de inquilino, que había quedado denostada. En esa labor puede invocarse la actitud de los bancos y las grandes empresas, que siempre nos están dando ejemplo. Sucede que después de años de sufrir el mal de piedra y embarcarse en la construcción de edificios e incluso ciudades corporativas, de manera súbita han invertido la situación, han puesto a la venta esos activos y han preferido convertirse en inquilinos haciendo frente al pago de los alquileres mensuales.
Como el público de a pie a veces no se fija en lo que hacen los mayores aquí continuó la tromba de las hipotecas, que han ido encareciéndose progresivamente a partir de diciembre de 2005 con el consecuente ahogo de quienes no incrementan sus ingresos en esa misma proporción. Es lo que pasa en las pastelerías Mallorca cuando por distracción se saca un número para ser atendido y corresponde a un mostrador distinto de aquel donde están los víveres que se desea obtener. Al advertirlo hay que rectificar y proveerse del ticket correcto volviendo a la cola. Los más atentos supieron liberarse a tiempo de cargas que luego han ido haciéndose más onerosas. Continuará.
Miguel Ángel aguilar. Periodista