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Columna
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La reforma del FMI

Cambio de rumbo en el Fondo Monetario Internacional, y cambio en su puente de mando para el próximo otoño. Hay dirigentes que imprimen carácter, y dejan su impronta personal en la organización que dirigen, sea cual sea, y éste es el caso de Rodrigo Rato.

El Fondo Monetario Internacional es una pieza clave de la arquitectura financiera internacional. Nació, junto con el Banco Mundial, a raíz de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, con el propósito de garantizar el crecimiento sostenible y la prosperidad económica a nivel mundial. Pero las circunstancias que alumbraron esos dos pilares del sistema monetario internacional tras la Segunda Guerra Mundial han cambiado sustancialmente, se impone ahora su reforma.

La etapa Rato supondrá para esta institución la primera reforma seria para adaptarla a la realidad económica global del siglo XXI. Durante su más de medio siglo de andadura, el FMI ha dejado de ser un organismo que se dedica fundamentalmente a otorgar crédito a los países con problemas de liquidez -un fondo que actúa como un banco, y un banco que actúa como un fondo, decía Keynes refiriéndose al FMI y al Banco Mundial-, para convertirse en una actor destacado para el gobierno de la estabilidad macroeconómica global. La transformación de sus iniciales funciones, los cambios en la estructura económica global y la aparición de nuevas economías emergentes obligan a la reforma del viejo sistema de Bretton Woods.

La primera línea de reforma es el mandato para la vigilancia cambiaria. Como anunciara su director gerente, se trata de dotar al FMI de mayores poderes para la vigilancia y control de los tipos de cambio. Una función esencial que el organismo había postergado en los últimos 30 años, y que se plantea en plena efervescencia del contencioso entre EE UU y China, con el telón de fondo de una subvaluación artificial del yuan que genera una competencia exportadora desleal. Un árbitro global permitiría resolver estos contenciosos de forma multilateral y objetiva, excluyendo las indeseables consecuencias políticas, como ocurre ahora con las veladas amenazas de sanciones del Congreso norteamericano si China no deja flotar libremente su tipo de cambio.

La segunda línea de reforma consiste en un reparto más equitativo de poder en la institución para ganar legitimidad como mediador económico internacional. Se trata de que las economías más dinámicas tengan la representación que realmente les corresponde en la economía mundial, y de corregir no pocas distorsiones hasta ahora existentes. Es el caso de China, cuarta economía del mundo, y que, sin embargo, tenía menos votos que Bélgica o Países Bajos. Y la misma subrepresentación padecían México, Turquía o Corea del Sur. Una vez corregidas estas distorsiones, habrá que revisar la compleja fórmula de voto, lo que puede afectar a países como España.

Lo que no está claro es si la salida anticipada de Rato puede ralentizar el cronograma de reformas. Como es sabido, encarrilada la reforma, el director-gerente ha aducido razones personales y familiares más que respetables para dejar el FMI. Esas razones dicen mucho de su calidad humana, y quienes hemos trabajado con él sabemos que la tiene. La verdad es que Rato ha sido un lujo para el FMI, como lo fue también para la dirección de la política económica de nuestro país, uno de esos líderes que dejan su impronta por donde pasan. Y no podía ser menos en quien reúne las cualidades de brillante economista, político de raza y estadista. Y comprenderá el lector atento a la realidad cotidiana que los hombres de Estado no abundan y que estas cualidades no son nada comunes.

Desde su responsabilidad como vicepresidente económico del Gobierno, Rato supo proyectar, dirigir e impulsar la modernización de nuestra economía, y poner las bases de la estabilidad macroeconómica y del progreso económico y social de estos últimos años. Nada que ver con la acrisolada mediocridad de nuestra actual vida pública. Sé que el juego de palabras está ya muy manido, pero no me resisto a traerlo a colación: algunos pasarán a la historia por su talante, otros por su talento.

Su marcha coincide con el debate sobre el reparto de cargos en las instituciones de Bretton Woods, y con otros muchos debates. Estoy seguro que, donde quiera que vaya, volverá a dejar su impronta. Buena suerte, Rodrigo.

Jordi de Juan i Casadevall. Abogado del Estado y consejero de Cuatrecasas

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