El dopaje deja el ciclismo en la encrucijada
El Tour sufre la paradoja de aunar éxito social y desprestigio deportivo.
Desde que en 1998 el caso Festina sacudió al ciclismo, operación Puerto de por medio, el Tour acumula añadas de pedaleo sobre cristales rotos. La edición de 2006 flirteó con el caos y acabó en un podio al que no se subió ningún campeón. La Grande Boucle, nacida en 1903 para salvar de la bancarrota al antecesor del diario L'Equipe' convirtió el ciclismo en un deporte más que rentable. La ronda se mueve ahora bajo perpetua sospecha mientras los patrocinadores, principal sustento económico, ven sus marcas más vinculadas a escándalos que a instantáneas de éxito.
'Estos casos llevan repitiéndose año tras año', señalan desde Media Planning, empresa de planificación estratégica. 'Los impactos no son nada positivos para las marcas que patrocinan los equipos'. Los patrocinadores se han decantado por arropar a su bando: Rabobank, uno de los sponsors más potentes, confirmó ayer que mantendrá su compromiso de seguir en el mundo del ciclismo hasta 2012. El equipo patrocinado por el banco holandés ha sido el último afectado, hasta que la presión les empujó a excluir a Rasmussen del Tour, entonces líder de la prueba, por sospechas de dopaje todavía no confirmadas. 'Si estos casos persisten', apuntan desde Media Planning, 'las marcas acabaran perdiendo más de lo que pueden ganar. Entonces deberán replantearse su postura'. En el peor de los escenarios, el ciclismo podría acabar en estampida. Crédit Lyonnais, principal patrocinador del Tour, prolongó su acuerdo pero imponiendo una cláusula: si sigue la deriva, habrá ruptura.
'El ciclismo convive cada vez más con el dopaje', reconoce Igor González de Galdeano, secretario técnico de Euskadi Euskaltel. 'Estamos inquietos pero los patrocinadores nos respaldan y quieren una solución. Igual que los aficionados, que abarrotan todas las etapas'. González habla de la fuerza popular del Tour, que agolpa a 15 millones de personas al borde de las cunetas. La audiencia televisiva, a falta de las últimas etapas, también ha aumentado en Europa respecto al año pasado, pese a la sucesión de escándalos. El Tour sufre esa paradoja: éxito social y descrédito deportivo. En Dinamarca se alcanzaban cuotas de pantalla del 80% cuando el danés Rasmussen vestía el maillot amarillo. En Italia, donde escasean ciclistas con opciones de victoria, más de un millón de espectadores vieron la etapa de los Alpes. 1,4 millones de personas seguían la prueba a diario mientras en Alemania, antes que la televisión pública abandonara la cobertura del evento, el pasado 19 de julio, por un caso de dopaje del corredor del equipo T-Mobile, Patrik Sinkewicz. En España, la cuota aumentó un 11% en la primera mitad de la ronda, informa Bloomberg. A Televisión Española le queda todavía un año de contrato para retransmitir el Tour, y fuentes cercanas indican que la voluntad es seguir vinculados a la ronda. El fervor social, de momento, aguanta el tirón.
'Los casos de dopaje no son nada positivos para las marcas que patrocinan los equipos', apunta un analista
Pese a los escándalos, la audiencia televisiva general registra mejores resultados que en años anteriores
'Al ciclismo no lo matará el dopaje', asegura Galdeano. 'Lo que nos amenaza es la hipocresía y la desunión'. Después de Sinkewicz, y antes de Rasmussen, el kazajo Vinokúrov fue expulsado del Tour -aduce ser víctima de un ataque personal- y el italiano Meroni salió del hotel esposado por la policía gala. Ayer el rotativo alemán Sueddeutsche Zeitung acusaba al flamante líder del Tour, Alberto Contador, de estar implicado en la operación Puerto.