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CincoSentidos

Laurie Anderson celebra 60 años de vanguardia permanente

Laurie Anderson ha sido una parte tan fundamental de la cultura neoyorquina en la última década que la Enciclopedia Británica le encargó escribir el artículo de ampliación al respecto en una edición reciente. Pareja de Lou Reed, amiga y colaboradora en diferentes momentos de William S. Burroughs, Philip Glass, Andy Warhol, Peter Gabriel o Brian Eno, esta artista multimedia presenta hoy en Madrid su último espectáculo, Homeland, que en cierta forma le sirve para conmemorar su 60 cumpleaños.

Las creaciones de vanguardia asustan a muchos espectadores. Y es cierto que en los trabajos de Anderson hay elementos chocantes. Pero sus conciertos nunca resultan pretenciosos o aburridos, pese a los conceptos tan complejos que maneja como temas o la aparatosidad de sus montajes escénicos. Mientras toca temas como -en este caso- las crecientes concesiones a la libertad en aras de la seguridad, o la deshumanización de la vida en las nuevas tecnologías, es capaz de introducir humor o de cautivar con la belleza de las imágenes que respaldan su música.

Laurie Anderson se dio a conocer en Nueva York con dos performances llamativas; en 1969, un concierto con cláxones de coches, y en 1972, una actuación con su violín electrónico -en el que unos sensores sustituyen a las cuerdas- con los pies con patines embutidos en sendos bloques de hielo. Ella tocaba hasta que el hielo se deshacía totalmente.

Desde entonces, Laurie Anderson ha conseguido el milagro de mantenerse permanentemente en la vanguardia de la música contemporánea. No sólo como compositora, sino también como creadora de instrumentos musicales. Además del citado violín, en todos sus conciertos emplea un singular traje que, conectado a su compleja batería de sintetizadores, emite sonidos a medida que ella baila.

Su único éxito comercial llegó en el año 1981. La repetitiva canción O Superman, con su voz totalmente deformada por medios electrónicos, fue pinchada una y otra vez por un disc-jockey inglés. El éxito del single en ese país -llegó a ser número 2 en las listas pop, todo un hito para este tipo de trabajo- permitió que los primeros trabajos musicales de Anderson fueran recopilados en un primer disco oficial, Big Science.

Desde entonces, Laurie Anderson ha grabado una decena de discos musicales, varios de poesía -también publicados como libros- y un par de bandas sonoras. Pero la actividad de la artista neoyorquina no se ha detenido en este campo. Se graduó cum laude en historia del arte, y ha trabajado como crítica, además de exponer sus trabajos en el campo de la escultura y el videoarte.

Del impacto de su trabajo en la moderna cultura cibernética da testimonio un hecho: en 2004 se convirtió en la primera artista -y la única, hasta hoy- que era aceptada por la NASA como residente. De su experiencia trabajando junto a los científicos de la agencia espacial estadounidense extrajo material para su espectáculo The End of the Moon.

Edición conmemorativa

El poema épico multimedia que presenta hoy en Madrid (Patio del Conde Duque, c/ Conde Duque, 11. Venta de entradas en taquilla, Caixa Catalunya: 902 10 12 12, www.telentrada.com y FNAC) Homeland, reproduce su obsesión por la progresiva deshumanización del modo de vida estadounidense. Como consecuencia, ella admite ser una de esas intelectuales norteamericanas con mejor recepción en Europa. Su siguiente trabajo será una edición conmemorativa de los 25 años de Big Science, que le ha obligado a escuchar uno de sus antiguos trabajos, algo que no le gusta hacer. 'Me quedé horrorizada. He intentado humanizarlo', explica, aunque para esa reconversión haya empleado una vez más su querida electrónica.

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