Lo eficaz frente a lo vistoso
Se decía a principios del siglo pasado que una comunidad se extiende hasta donde llega lo que se habla de otro hombre. El autor de esta idea fue el sociólogo William I. Thomas, el mismo que en 1928 formuló el teorema, incorporado ya inconscientemente a nuestra cultura de masas, según el cual, si los individuos definen una situación como real, esa situación es real en sus consecuencias.
Aquello que un hombre puede hablar de otro hombre es posible captarlo, en nuestros días, desde cualquier parte del planeta. Aplicado a las empresas significa que todo cuanto realiza, expresa, propone o considera puede ser, a su vez, conocido en tiempo real en cualquier parte del mundo por otras personas, grupos o empresas.
Esta inmediatez, derivada de la alta capacidad tecnológica alcanzada por nuestras sociedades, facilita a los ciudadanos la comprobación y contraste instantáneos de cualquier hecho y les permite formarse una opinión acerca de las empresas, en este caso, con una celeridad nunca conocida hasta la fecha. Antes incluso de conocer los hechos con más precisión, las personas, grupos o empresas pueden actuar de acuerdo con esa opinión formada. Más importante que los hechos en sí son, por tanto, las opiniones al respecto. Es sencillo, pero no es frecuente asumirlo.
Algunos piensan que con la globalización, con esa mayor capacidad de interrelación entre personas y grupos por todo el mundo, surge un nuevo sistema de cooperación requerido para encontrar una sociedad más equilibrada. Sin embargo, hay quienes aún siguen pensando que en este nuevo entorno global las comunidades se deterioran.
Sea cual sea la opinión predominante en número, lo que parece claro deducir simplemente de las acciones de personas, grupos y empresas, incluso de quienes se manifiestan en contra, es que la globalización ha sido definida ya como una situación real y, por tanto, esa situación está siendo real en sus consecuencias.
En esta comunidad, que sobrepasa fronteras físicas y políticas, lo que se dice de alguien puede llegar muy lejos y muy pronto. Los ciudadanos, plenamente conscientes de que son activos partícipes, se organizan para ser percibidos. De hecho, en 1975 había en el mundo 5.000 organizaciones no gubernamentales y sólo en 25 años se multiplicaron por cinco. Tras una simple comparación con lo que ocurre en otros lugares, los ciudadanos deducen que es posible aspirar a una mayor prosperidad.
Si es preciso, acuden a donde sea necesario para encontrar esa mayor prosperidad, aun a costa de cambiar varias veces de lugar para alcanzarla y a riesgo de perder la vida, pensando que los beneficios van a ser tan altos que terminarán compensando esos costes.
En este nuevo entorno, en el que predominan los procesos de adaptación a unos mercados en continua transformación y un intenso cambio demográfico, la cooperación, la convicción de que se pertenece a una comunidad abierta se presenta como la alternativa más favorable para conseguir la estabilidad. Para ello, la confianza, el responder a los compromisos, se ha revelado como un atributo imprescindible y una garantía de equilibrio en la sociedad.
Es bajo esta perspectiva como mejor se puede entender la inversión que las cajas de ahorros han realizado por medio de su obra social en el último ejercicio. Por un lado, contribuyendo a la prosperidad general con una inversión, 1.524 millones en su conjunto, que es, probablemente, la mayor del mundo en su ámbito, y por otro, generando confianza entre las personas, los grupos, en la idea de contribuir al equilibrio de una comunidad amplia, dinámica, plural, participativa e integradora, mediante una estrecha colaboración, participación e implicación con diversos agentes económicos y sociales en nuestro territorio y en otros países.
Se invierte en muchos ámbitos y en todos de forma creciente, pero hay algunos que aumentan de forma significativa respecto a años anteriores, porque es una respuesta adelantada a inquietudes y necesidades que nuestra sociedad ha de abordar. Así, los recursos dedicados a cuestiones asistenciales, 452 millones de euros, tales como la atención y prevención de la dependencia, la discapacidad o la inmigración, entre otras, crecieron un 21,2% respecto al año pasado. Los invertidos en el medio ambiente, más de 84 millones de euros, aumentaron un 48%; mientras que las inversiones en cultura, donde afortunadamente la sociedad española ha mejorado su situación en los últimos 30 años, crecen a ritmos moderados, un 7% el año pasado.
Detrás de estas actuaciones hay una idea motriz. Es necesario anticiparse e invertir para ayudar a generar capacidades que permitan a los ciudadanos agruparse para valerse por sí mismos.
Lo más importante es que el público refrenda estas acciones con naturalidad. Año tras año crece el número de personas que tienen relación con la obra social. En 2006 fueron más de cien millones de personas. Esto supone multiplicar por 2,5 la población española y se explica porque los ciudadanos, residentes y no residentes, acuden varias veces a las convocatorias de las cajas.
Si en una comunidad como la actual, en la que prácticamente todo se puede saber, acude un número tan elevado de personas a estas iniciativas de las cajas es, sobre todo, porque se acierta con lo que se espera de ellas. Unas entidades que demuestran, quizá como ninguna otra, que en el ámbito social los compromisos han de ser a largo plazo y han de permanecer, independientemente de que resulten más o menos vistosos, más o menos conocidos.
Carlos Balado García. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la Confederación Española de Cajas de Ahorros