Relevo en el BM... y en el FMI
El anuncio sorpresa por Rodrigo Rato de que dejará la dirección del FMI casi ha coincidido con la toma de posesión de Robert Zoellick, este fin de semana, como presidente del Banco Mundial, tras la salida por un escándalo de corrupción de su antecesor, Paul Wolfowitz. El autor analiza los retos que deben afrontar ambos organismos multilaterales.
Las Instituciones Económicas Internacionales creadas en Betton Woods han observado recientemente la dimisión forzada como presidente del Banco Mundial (BM) de Paul Wolfowitz, que este fin de semana será sustituido por Robert Zoellick, y el repentino anunció del próximo abandono del director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato.
Paul Wolfowitz fue nombrado presidente del Banco Mundial el 1 de junio de 2005. Apenas dos años después se ha visto forzado a dimitir de su puesto tras un escándalo de corrupción en las más altas esferas que le ha conducido a una dimisión ganada a pulso de la que no se ha escapado pese al intervencionismo de su máximo valedor e incondicional protector George Bush.
La presidencia de Wolfowitz ha sido la más breve en la historia reciente del BM, una desprestigiada condición que únicamente ha confirmado su discutido nombramiento por la actual Administración estadounidense, en una tradición que se remonta a los tiempos de la fundación de las Instituciones Económicas Internacionales. El presidente del BM ha sido históricamente elegido por EE UU, mientras que el director gerente del FMI es nominado por Europa.
Rodrigo Rato fue designado máximo dirigente del FMI en junio de 2004, para un mandato de 5 años que no cumplirá en su totalidad, alegando razones personales en una dimisión hecha pública este jueves. La institución del todavía director gerente Rodrigo Rato se enfrenta a retos varios que ponen en entredicho la razón de ser de un organismo fundado en 1944 con un propósito distinto del actual.
La intromisión del Fondo en temas de lucha contra la pobreza, por naturaleza exclusivos del Banco Mundial, fue cuestionada en un reciente informe realizado por ex ministros de Economía y Finanzas de Alemania, Brasil, Nigeria e Indonesia.
Por otro lado la financiación del Fondo no pasa por sus mejores momentos. En tiempos de crisis, el FMI facilita préstamos en forma de paquetes de rescate a países emergentes en dificultad, sacando tajada del diferencial de tipos que utiliza como fuente tradicional de financiación. En tiempos de bonanza económica como el actual, el Fondo debe generar fuentes alternativas de financiación, como la reciente propuesta de venta de parte de sus reservas de oro, las terceras más importantes del mundo. El reciente pago anticipado de la deuda de países como Brasil, Argentina e Indonesia, o el abandono de Venezuela, ha dejado a Turquía como acreedor principal del Fondo.
En cuanto al Banco Mundial, un curioso paralelismo une las trayectorias de Robert McNamara, su presidente de 1968 a 1981, y el saliente Paul Wolfowitz. McNamara sirvió como secretario de Defensa de EE UU entre 1961 y 1968, durante los años de la Guerra de Vietnam. En su día el presidente de EE UU Lyndon B. Johnson, sucesor del asesinado John F. Kennedy, designó a McNamara para presidir el BM y compensar su desafortunada gestión de una sangrienta guerra. Wolfowitz fue, como subsecretario de Defensa, el arquitecto de la guerra en Irak, que a la postre se ha convertido en un desafortunado error que sin embargo no ha acabado por pasarle factura.
George Bush decidió poner a la cabeza de una institución de importancia extrema en la lucha contra la pobreza a uno de sus halcones favoritos. Pero un claro error estratégico que sólo buscó premiar a su novia le ha costado el puesto a Wolfowitz en un desafortunado proceso de dimisión que se debería haber dirimido antes. La consecuencia de la tardía dimisión no ha hecho más que agotar la paciencia de los principales países contribuyentes del BM a este lado del Atlántico. Un caso que catapultó a Wolfowitz a las primeras planas, en una historia de favoritismos que bien habrían merecido la aplicación de la política preventiva que él se encargó de llevar a la práctica en Oriente Próximo.
Robert Zoellick, su sustituto desde este fin de semana, tiene por delante un duro proceso de reajuste para ganar en credibilidad, toda la credibilidad que Wolfowitz se encargó de hacer perder al Banco Mundial.
El FMI, por su parte, tiene la oportunidad de reconducir su propia razón de ser con el nombramiento de un nuevo director gerente capaz de enfrentarse a los retos que plantea el nuevo escenario económico internacional, en el que las Instituciones Económicas han perdido parte de su credibilidad y el propósito de su misión original. El nuevo director gerente debe continuar los esfuerzos de Rodrigo Rato, que apuntan al incremento del peso de voto de los países en vías de desarrollo.
Las Instituciones Económicas Internacionales necesitan desburocratizarse si pretenden jugar un papel en estos principios del siglo XXI. No es la primera vez que se sugiere que los máximos dirigentes del Banco Mundial y del FMI sean elegidos por consenso con los países en vías de desarrollo, y se abra a candidatos no estadounidenses ni europeos la posibilidad de ponerse a la cabeza de dichos organismos. Instituciones cuya razón de ser es el mundo en vías de desarrollo deben ser dirigidas para y desde el mundo en vías de desarrollo, alejadas de las esferas de influencia política de Washington y Bruselas, y centradas exclusivamente en la erradicación de la pobreza extrema y el cumplimiento de los Objetivos del Milenio en el marco de una colaboracion directa con Naciones Unidas.
Jaime Pozuelo Monfort. Máster de Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley J.Pozuelo-Monfort@lse.ac.uk