Una UE sin competencia
En la última reunión de países de la Unión Europea, Francia dio una campanada al lograr eliminar del futuro Tratado de la UE el objetivo de la creación de 'un régimen que garantice que la competencia no será falseada en el mercado interior.' Esta reforma implica un cambio de dirección hacia un mayor proteccionismo, que resultará en menoscabo de uno de los pilares de la UE, el Mercado æscaron;nico. Este artículo intentará explicar las razones por las que la propuesta francesa no debería seguir adelante.
Los países miembros de la UE buscaban una salida a la crisis que vive el Viejo Continente desde que Francia rechazara la Constitución europea. La solución propuesta pasa por adoptar un nuevo Tratado que de manera simplificada reúna los elementos básicos que se incluían en la fallida Constitución europea sin levantar las suspicacias que este texto provocó en Francia.
El nuevo Tratado deja de incluir que el objetivo de la UE sea la creación de un 'un régimen que garantice que la competencia no será falseada en el mercado interior.' Francia se justifica diciendo que los franceses no quieren ni oír hablar de competencia. Asocian al parecer esta palabra con una Europa de mercaderes, con deslocalización y con paro. Sostiene además que este cambio favorecerá la creación de campeones nacionales, es decir grandes empresas nacionales líderes en su mercado.
A pesar de que las consecuencias son políticas y no jurídicas, esta eliminación es grave y debería generar una alarma entre aquellos que piensen que el problema de la UE no es el exceso de competencia sino el exceso de intervencionismo.
La UE tiene como objetivo principal lograr un Mercado æscaron;nico, una zona franca de comercio formada por 27 países. Este objetivo se basa en que un mercado más amplio favorece la competencia, lo que se traduce en precios más baratos para los consumidores. Aun a riesgo de simplificar, se puede decir que la razón última de la UE es que los consumidores puedan beneficiarse de precios más bajos. La contrapartida del Mercado æscaron;nico es que los países no pueden falsear la competencia protegiendo a sus empresas nacionales. Por eso la UE tiene como objetivo principal la creación de 'un régimen que garantice que la competencia no será falseada en el mercado interior'
La propuesta francesa es contraria a estos objetivos. Francia parece apoyar un mayor intervencionismo que permita la creación de lo que se denominan campeones nacionales. Es decir proteger a una empresa de la competencia de otras empresas comunitarias para lograr un mayor crecimiento. En vez de crear las condiciones necesarias para que las empresas, cuantas más mejor, se dejen la piel por tener precios más baratos, se favorece la creación de un campeón nacional cuyas prioridades no pasan por ofrecer mejores precios sino por crecer y representar a la nación.
Este proteccionismo, que suele ser también causa de ineficiencia y corrupción, es representativo de un problema de fondo que tiene la UE. En los últimos años la Comisión ha luchado (con éxito desigual) contra los intentos de varios países por ignorar el respeto a la competencia y adoptar medidas abiertamente proteccionistas. Y de esos barros vienen ahora estos lodos. Una parte importante de la sociedad justifica medidas proteccionistas nacionales (como aquellas de las que España ha hecho gala en los últimos meses) con el argumento de 'pues anda que ellos '
La reforma del Tratado debería dar mas poder a la Comisión para luchar contra aquellos Estados que adopten medidas proteccionistas. La solución a los problemas del Mercado æscaron;nico o de la UE no es impulsar más proteccionismo sino menos intervencionismo.
La reforma que propone Francia es un paso atrás para Europa y marca un triste inicio de un nuevo presidente que hasta ahora enarbolaba la bandera del liberalismo. La mayoría de los consumidores racionales sienten indiferencia en lo que respecta a la nacionalidad de las empresas que les venden electricidad o telefonía, en tanto en cuanto se lo vendan más barato. Lo que si es seguro es que esta política de proteccionismo nacionalista tiene un coste y que serán los consumidores los que terminaran pagando la factura.
Álvaro Ramos. Abogado de Howrey LLP especializado en Derecho de la Competencia