El regreso a la normalidad
Los escenarios idílicos nunca son eternos. La economía mundial ha vivido en los últimos tres años el periodo de mayor dinamismo en más de tres décadas y lo ha hecho sin asomo preocupante de inflación y con las Bolsas en plena escalada. Las fuentes de liquidez parecían no agotarse y había caudal suficiente para alimentar no sólo el mercado de acciones, sino el de bonos. Eso generó el famoso enigma de los tipos del que habló Alan Greenspan, según el cual los rendimientos de los bonos a 10 años se reducía a mínimos históricos, mientras los tipos a corto subían, dibujando una curva de tipos invertida que desbarataba cualquier teoría de manual sobre el comportamiento de los mercados financieros.
Lo sucedido en las últimas semanas parece haber entrado en parámetros de mayor normalidad en lo que se refiere a la curva de tipos, pero la mejora de la rentabilidad de la deuda ha acabado por restar brillo a las Bolsas que, aunque se han recuperado en las últimas jornadas y en algunos casos, vuelven a instalarse en máximos, viven presas de la volatilidad.
Y es que los mercados se habían acostumbrado a vivir entre la abundancia del ahorro y la liquidez, y cualquier atisbo de que pueden cambiar las cosas agita el panorama de un día para otro. Es lo que ha pasado en estas semanas. Las rentabilidades de la deuda han prolongado la tendencia alcista ante un cambio de expectativa de tipos en todo el mundo. Si hace apenas un mes se daba un tercio de posibilidades de que Estados Unidos viviera una recesión, ahora los indicadores lanzan señales de fortaleza económica, lo que sugiere más inflación y, como consecuencia, subidas de tipos. Se ha pasado del miedo a la desaceleración al miedo a la inflación, el invitado menos deseado en la fiesta de la Bolsa.
La razón de la volatilidad de las acciones, de hecho, se encuentra en la incertidumbre respecto a cuánto durará el idílico escenario para los mercados de valores: un crecimiento económico suficiente como para mantener la solidez de los beneficios corporativos, pero no tan robusto como para generar inflación y obligar a subir más los tipos. Y aún más: ¿cuál será el efecto del endurecimiento de la política monetaria sobre la liquidez? Esas son las cuestiones que mantienen en vilo a las Bolsas y de las que tendrán que estar pendientes los inversores a partir de ahora.
Es de esperar, sin embargo, que vuelva la calma. La reconquista de los 15.200 puntos en el Ibex, que pone de nuevo rumbo a máximos, y la normalización del mercado de deuda en las últimas jornadas así lo indican. La música bursátil seguirá sonando, pero después de hacerlo durante mucho tiempo de forma excepcionalmente alta, parece lógico que se ajuste el volumen. No hay motivos para movimientos radicales. La globalización, con China e India como nuevas protagonistas, actúa como fuerza deflacionista contrapuesta a la subida del precio de la energía, por lo que la inflación no es tan temible como antaño. Es verdad que el escenario se complica, pero los riesgos no alcanzan calibre suficiente como para dar la vuelta al panorama. En cualquier caso, las ganancias no están aseguradas y hay que elegir bien los activos y valores que mejor se defenderán en este nuevo escenario más realista de tipos.