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Tribuna
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La bomba demográfica china

China se enfrenta a un envejecimiento de la población como consecuencia de sus políticas antinatalistas, según el autor. La tasa de fecundidad se ha reducido drásticamente, sobre todo en las ciudades, lo que supondrá, en su opinión, un freno a la economía a partir de la próxima década

En dos informes realizados por el Deutsche Bank y la State Administration of Cultural Heritage (SACH), se señala que la mano de obra china podría comenzar a disminuir antes de lo previsto, concretamente a partir de 2011. De otra parte el Fondo Monetario Internacional, en un estudio que acaba de hacerse público, indica que la transición del sistema actual de pensiones en China a uno más sostenible podría costar a este país 74.120 millones de euros, sin tener en cuenta los costes financieros de los gobiernos locales. Demografía y economía van de la mano, y más en un país como China.

Y es que China importa. Importa por su dimensión económica: actualmente está considerada, en función de su PIB, la cuarta potencia mundial y, desde hace casi dos décadas, experimenta tasas de crecimiento económico sostenido próximas, iguales o superiores a los dos dígitos. Importa más que notablemente en su dimensión comercial: según fuentes oficiales de China (la sexta potencia comercial del mundo en la actualidad) el total de importaciones y exportaciones del Gran Dragón alcanzará los 1,48 billones de euros en el 2020, cifra cuatro veces mayor que la de 2000. Importa en su dimensión política: China es, de facto, una gran potencia y en el globalizado y multipolar mundo que viene, este país está llamado a jugar un papel político de primer orden.

Pero, singularmente importa en su dimensión demográfica: sus 1.311 millones de habitantes suponen una quinta parte del total de la humanidad (en tiempos de Marco Polo, la población china suponía más de un tercio). Sin embargo este gigante económico deberá encarar a medio plazo un problema que podría comprometer su expansión económica en las próximas décadas: el envejecimiento de su población. Los componentes de la bomba demográfica de relojería china son los siguientes:

l Una política demográfica marcadamente antinatalista: desde 1979 el gobierno chino impuso a su población una política demográfica extraordinariamente restrictiva, la del hijo único, que ha sido confirmada recientemente con la Ley de Superpoblación y de Limitación de Nacimientos. Los efectos demográficos de esta ley se percibe nítidamente en la pirámide de la población actual y sólo podrán evaluarse a medio plazo.

l Unos rasgos culturales muy singularizados y arraigados: la preferencia, por razones culturales, de los varones en lugar de las mujeres (perpetuación de la línea genealógica, ayuda económica a la familia o la obligación de familia de hacerse cargo de los padres del varón), explica la mortalidad femenina en las edades infantiles, así como la importancia creciente del aborto selectivo femenino. Es éste un hecho estadísticamente contrastado: en circunstancias normales los demógrafos han constatado que por cada 100 niñas nacen 105 niños, en China actualmente las estadísticas hablan de 118 niños por cada 100 niñas. Este fenómeno está provocando -y en mayor medida en el futuro- un marcado enrarecimiento de los mercados matrimoniales, con su coste de consecuencias sociales (depresión, suicidio, delincuencia), máxime en un país en el que el celibato esta culturalmente tan rechazado y una caída mayor de la natalidad.

l Una dinámica demográfica que tiende hacia la regresión y hacia el envejecimiento galopante de la población: el índice sintético de fecundidad -o número de hijos por mujer- es actualmente del 1,6, muy lejos del 2,1 que asegura el reemplazo generacional), alcanzando valores por debajo de 1 en las grandes ciudades. A este hecho se suma el fortísimo aumento experimentado en la esperanza de vida (de 40 años en 1949 ha pasado a ser en la actualidad de 71) con el consiguiente envejecimiento por la cúspide de la pirámide y una caída sostenida de la fecundidad, que ha provocado un marcado envejecimiento por la base, ambas causas han generado como efecto un aumento relativo del número de personas de 65 y más años. Paralelamente la edad media del país pasará de los 28 años actuales a los 40 en 2025. Finalmente el número de personas mayores de 65 años, que era de unos 80 millones en 1979, es en la actualidad de 97 millones y podría alcanzar los 200 millones en el 2025.

Estos tres grandes grupos de factores (políticos, culturales y demográficos) se superponen y se realimentan en un contexto político-económico caracterizado por la inexistencia de un sistema público de pensiones y de jubilación, excepción hecha, en la actualidad por lo menos, de los trabajadores de las empresas del Estado.

La pirámide de población china se invertirá en las próximas décadas (cuatro mayores, dos adultos, un niño) siendo fáciles de imaginar las consecuencias sociales y sobre la actividad económica de una transición demográfica tan extraordinariamente rápida.

Si el dividendo demográfico (o favorable ratio entre activos potenciales y población dependiente -viejos y niños-) ha sido y está siendo un factor fundamental en el desarrollo económico chino, el envejecimiento de la población puede ser el factor determinante de su crisis económica futura, o al menos de la caída de su actividad. La demografía en China ha sido -está siendo y será a muy corto plazo- un punto fuerte para la economía del país, pero a medio y largo plazo se convertirá en su Talón de Aquiles.

Pedro Reques Velasco. Geógrafo, director del departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria

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