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Tribuna
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Una mirada al mañana

Hasta ahora hablar de parques empresariales ha supuesto hablar de grandes extensiones sectoriales, pobladas de naves, industriales o comerciales, en el extrarradio de las ciudades y sin apenas espacio para oficinas. Este modelo de parque empresarial ha quedado en la prehistoria a la hora de satisfacer las necesidades de la empresa actual, caracterizada por su inmediatez y agilidad.

Por su parte, los edificios de oficinas tienden a localizarse en los centros urbanos, pero nuestras ciudades están cada vez menos capacitadas para afrontar las demandas, cuantificadas en tiempo y espacio, de la arena empresarial contemporánea. Accesos difíciles, saturación de tráfico e imposibilidad de estacionamiento son la tónica a la que nos enfrentamos en las urbes españolas. Y aunque pueda parecer baladí, lo cierto es que sin plazas de aparcamiento suficientes el empresario encuentra un obstáculo insalvable para el negocio dinámico e inmediato que impone la sociedad tecnológica. Un problema que no es exclusivo de los centros urbanos, sino que alcanza también al modelo de parque empresarial dinosaurio que conocemos.

Por otra parte, las oficinas son la mayoría de las veces espacios para el alquiler que, de estar disponibles para la venta, siempre lo es por plantas e incluso edificios completos. Cuando un empresario quiere adquirir una oficina en propiedad sabe que tendrá que hacerse con más de 300 metros cuadrados, independientemente de sus necesidades.

El parque empresarial del futuro debe ser una 'ciudad del negocio' volcada en las pymes y en los profesionales

Aquí conviene recordar que la pequeña y mediana empresa es el principal protagonista de nuestra realidad empresarial. Los datos del Directorio Central de Empresas son elocuentes: más de un 99% de las aproximadamente tres millones del censo, excluida la agricultura y la pesca, son pymes. La posición estratégica de las pymes en el tejido empresarial español es clave. Son negocios flexibles, dinámicos y piezas fundamentales del desarrollo económico de España, además de imprescindibles para el aumento de la competitividad y presencia de nuestro país en los mercados exteriores. Ni todas las pymes tienen recursos para acceder a las grandes oficinas ni tampoco necesidad de ellas.

Debería resultarnos inconcebible cualquier obstáculo en el acceso a la propiedad de oficinas, en condiciones competitivas, de los pequeños y medianos empresarios, así como de las nuevas generaciones de profesionales que se incorporan al mercado. La pyme, agente económico de primerísimo orden, debe ser el principal destinatario de nuestros esfuerzos y también el protagonista del parque empresarial que quiera estar a la altura del negocio del futuro.

Otra de las carencias que acarrea el parque empresarial que venimos mencionando es su falta de servicios. Por su ubicación y por su configuración conceptual, ese parque dinosaurio no facilita al empresario todo lo que requiere para el desarrollo completo e integrado de su negocio. Servicios que hoy sólo son accesibles en los centros urbanos, a una nada desdeñable distancia del recinto. Un parque empresarial, para ser digno de tal nombre, necesita contar con todos los servicios necesarios para el empresario y sus empleados.

Dicho esto, apuntaré las características que, estimo, deben definir a los parques empresariales para responder a las demandas actuales:

l En primer lugar, deberíamos mentalizarnos de que el parque empresarial debe ser concebido como una ciudad del negocio, en la que el empresario disponga con absoluta inmediatez, sin desplazarse, de todos los servicios que su actividad requiere: desde copisterías hasta notarías; desde agencias de viajes a tiendas de telefonía o servicios informáticos; de hoteles a centros de convenciones. Una ciudad del negocio versátil y flexible, dotada de todos los avances tecnológicos y que satisfaga el tipo de vida impuesto por una sociedad en la que preponderan consumo y ocio, en la que el tiempo se mide en segundos y que demanda la conciliación entre la vida familiar y laboral: desde restaurantes a centros deportivos; desde farmacias hasta peluquerías; desde supermercados hasta guarderías.

l Por otra parte, el parque empresarial del mañana deberá contar con suficientes plazas de aparcamiento para sus ocupantes y visitantes; con rápidos, amplios y cómodos accesos desde los centros urbanos. Debe ser capaz de soltar el lastre urbanístico heredado de un tiempo en que el mercado era más lento y sin la misma capacidad de reacción. Cuando un documento tarda tres segundos en recorrer el mundo de continente a continente es inadmisible que el acceso a los centros de negocios se demore horas enteras por una planificación urbanística obsoleta.

l Por último, el nuevo parque deberá ser una ciudad del negocio volcada en las pymes y en los profesionales -auténtico motor de la economía española- con acceso a oficinas en propiedad de tamaños adaptados a cada necesidad empresarial.

Este es el reto al que nos enfrentamos. Hacer de los parques empresariales instrumentos útiles para el futuro, que impulsen el desarrollo del tejido empresarial en una sociedad nueva y en permanente cambio. Pasar de la exclamación ciceroniana: O tempora, o mores! -¡qué tiempos, qué costumbres!- a una acción previsora y adaptada al nuevo entorno. ¿Podremos lograrlo?

Miguel Vilaplana Serrano. Consejero delegado de Vilamar Grupo Banco Pastor

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