La perversión del capital riesgo
A medida que las empresas de capital riesgo aumentan su protagonismo en la escena económica europea y mundial surgen críticas a favor y en contra de este reciente fenómeno de dinamización de la economía, más aún según vemos que las empresas ofertadas que se regatean entre sí han dejado de ser actores secundarios y empiezan a ser joyas semipreciosas de nuestras economías, como es el caso de las compañías españolas Iberia o Altadis.
Si los rumores de vaciado de activos y saqueo de empleos tienen algo de ciertos, y el capital riesgo sigue conquistando a los gigantes de la economía europea, podríamos estar presenciando el triste comienzo de la mayor operación de saqueo con guante blanco de todos los tiempos, de forma legal y con consentimiento previo.
Sin embargo, para ser justos, los riesgos preocupantes no se encuentran tanto en el propio modelo de negocio de capital riesgo como en la perversión deformadora que están impulsando el exceso de liquidez y las prisas por entrar en el jugoso sector de los omnipresentes buscadores de chollos. Según el informe de la Ascri (Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo) del ejercicio 2006, han aparecido 82 nuevas entidades de capital riesgo desde el año 2000, con un total de 140 sociedades a finales de 2006.
Los representantes de las 41 SCR (sociedades de capital riesgo) grandes, según clasificación de la Ascri, no han perdido tiempo en salir a los medios a justificar su modelo de negocio como una forma efectiva de inyectar recursos para expandir, modernizar y mejorar empresas que languidecen por falta de brío. Y esto es verdad si el angelical inversor efectivamente busca la generación de valor por encima de la generación de dinero fácil.
Precisamente han sido los primeros entrantes del sector los que han tenido que sudar los años previos de vacíos legislativos, dificultades de financiación y obstáculos a la desinversión para llegar a esta nueva etapa de bonanza, pero rápidamente se han visto rodeados por un batallón de nuevos entrantes con menos experiencia y colmillos más largos.
Y es que el sistema económico-social que rodea a estos jóvenes de mentalidad unidimensional centrada en la multiplicación del dinero, con trayectorias de éxito altamente remunerado, está excitado al máximo con promesas y rumores sobre cifras e ingresos multimillonarios y superrápidos.
Cuando el dinero se consigue con facilidad y la histeria colectiva incita a la compra a cualquier precio, el más angelical inversor puede desviarse del camino recto. De repente ya no está generando valor, sino solamente generando dinero fácil, lo cual no parece abiertamente reprobable porque no se ve salir dinero inmediato del bolsillo de nadie. Pero sí será responsable de menguar el tejido productivo que debería alimentar los mucho más discretos bolsillos de los futuros trabajadores de la empresa, tanto los de cuello azul como los de cuello blanco.
Es cierto que un inversor de capital riesgo puede ayudar a dar un vuelco muy beneficioso a la empresa en la que invierte, pero para ello necesita tener experiencia previa en el sector e incorporar profesionales que sean expertos en el negocio y en la transformación empresarial. Y sobre todo necesita buscar la auténtica generación de valor.
Descubrir la belleza interior de una empresa, y hacer que ésta sea valorada por los pretendientes que la miran desde fuera lleva tiempo, conocimiento experto y paciencia. Es el momento de que los auténticos inversores de capital riesgo se diferencien de los saqueadores de guante blanco, enriqueciendo sus equipos con conocimiento y no cediendo ante la tentación de vender rápido.
Pino Bethencourt, Socia directora de Bethencourt Strategic Development