El aterrizaje inmobiliario
En los últimos días han aparecido una serie de informes sobre el futuro de la actividad económica en los que se maneja como altamente probable un ajuste en la demanda y construcción de viviendas. A lo largo de todo el ciclo alcista de demanda residencial se ha barajado, como hipótesis remota, el escenario contractivo. Ahora, tras la escalada de precios y cifras de demanda muy fuertes desde 1998, parece llegado el momento de hacer buena la estimación y de iniciar la construcción de menos casas. Si el año pasado se visaron más de 800.000, cantidad desorbitada que supera a la de cualquier país europeo, en los próximos la cifra rondará el medio millón, y los precios comenzarán a ajustarse al IPC.
Tal es el horizonte que la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid divisa para el próximo lustro, que cuadra en la moderación que el sector necesita, sin poner en riesgo una actividad económica muy dependiente del ladrillo los últimos años. Pero acoplarse a los nuevos parámetros del mercado supone esfuerzos muy notables para determinados agentes del sector, que han tenido crecimientos poco justificables.
Los años de euforia en la actividad residencial han tecnificado la gestión inmobiliaria, y las expectativas de un ciclo menos boyante están estimulando diversas técnicas de marketing muy llamativas, más propias de la venta de servicios o de bienes semiduraderos. Ayer Metrovacesa sorprendió, con el BBVA y en la feria del SIMA, al ofertar una parte de la financiación (euribor menos dos puntos un año) a quien le compre una casa. Y se extienden en algunas promociones los regalos de coches, plazas de garaje, muebles para la casa, descuentos monetarios, o el diseño de pisos a medida.
Mientras, las grandes empresas han iniciado la expansión de la actividad exterior, explorando los mercados turísticos en casi todos los destinos estables del mundo, así como asegurándose posiciones sólidas en la actividad patrimonialista y en el mercado del alquiler. Los pasos para aterrizar suavemente están dados. Es el mejor de los escenarios para la economía española.