La lección de los votantes
La campaña electoral que hoy se cierra ha presentado dos caras, según el autor. La profusión de inauguraciones y el obsequioso servicio al ciudadano han tenido como reverso el ruido en las declaraciones de unos y otros. Ahora, según subraya, corresponde a los votantes dar la lección que tienen a su alcance en las urnas
Llega el día del examen, o mejor de las elecciones, y todos se preparan para la noche del próximo domingo, día 27, cuando se conocerán, con el escrutinio de las urnas, las notas que los ciudadanos hayan puesto a las distintas candidaturas de los partidos políticos y agrupaciones que están concurriendo a los comicios municipales y autonómicos.
Mañana sábado será la jornada de reflexión, en la que debería hacerse el silencio propagandístico. Su objetivo es que el cese del estruendo atronador de los últimos 15 días de campaña permita salir del aturdimiento al público paciente y se produzca el esclarecimiento mental necesario para que cada uno elija su papeleta. Porque aquí debería tener plena vigencia el lema de la Dirección General de Tráfico: 'No podemos conducir por ti'.
El acto de votar es, como algunas invitaciones, 'personal e intransferible'. Todos quieren sumar más votos propios y restar el máximo de votos ajenos. Pero de ninguna manera es aceptable el 'todo vale' o el 'todo aprovecha para el convento'. Sépanlo las beneméritas monjitas que con entrega admirable pastorean ancianos en residencias y los acarrean hasta el colegio electoral más próximo.
Todo el proceso ha de ser impecable: la composición del censo, el sistema de voto por correo, la distribución de las papeletas, las cabinas como garantía del secreto, la composición de las mesas, la presencia de interventores, la pureza del recuento, la publicidad de los datos. Son antídotos al pucherazo, que tanta tradición tuvo entre nosotros con figuras de la talla de Francisco Romero Robledo.
La convocatoria que comentamos estaba prevista de modo casi automático, al concluir los actuales cuatro años de mandato de las corporaciones municipales y los Parlamentos autonómicos (exceptuados los de aquellas comunidades cuyos Gobiernos tienen facultad para disolver la Cámara, es decir: Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía). Pero su anuncio disparó todas las excitaciones.
Las Administraciones olvidaron el 'vuelva usted mañana' de Mariano José de Larra y se volvieron obsequiosas con el administrado. Las gestiones en las oficinas públicas se agilizaron. Las empresas contratistas se sintieron estimuladas: salieron de la parálisis y entraron en la epilepsia, dispuestas a terminar como por ensalmo hospitales, ambulatorios, polideportivos, parques, jardines, líneas de metro, túneles, rotondas, circunvalaciones y fuentes de colores. Se soltaron mirlos y ardillas en los espacios verdes recuperados o peces autóctonos en los ríos de aguas ahora cristalinas para que el peatón pueda pescarlos sin salir de casa, como hacía en su retiro de Yuste el emperador Carlos V con las truchas o el general Franco con los salmones.
Pero estos prodigios maravillosos que harían desear convocatorias electorales con carácter semestral tienen también su reverso: la tamborrada que venimos padeciendo en mítines sin fin con declaraciones y contradeclaraciones hasta la saturación sin aportar muchas veces un gramo de lucidez. Cada uno al estribillo de 'manzanas traigo', impasible al argumento o al dato que exigiría una refutación solvente. Casi nadie replica. Casi todos prefieren volver al estribillo con el recurso elemental de subir el volumen de la megafonía. Se renuncia a decir las cosas más claras en aras de decirlas más alto para imponer la propia versión. Así la gran fiesta de la democracia padece y el público se desalienta.
¿Darán los votantes la lección que tienen a su alcance en las urnas? ¿Pondrán a cada uno en su sitio? ¿Premiarán a los corruptos que repartieron parte del pastel? ¿Los arrojarán a las tinieblas exteriores negándoles la reelección? ¿Retribuirán los buenos comportamientos? ¿Se quedarán en casa hastiados por la falta de opciones fiables? ¿Atenderán las barbaries de Aznar como una consigna a seguir o a invalidar? ¿Cuántos Giles y Giles se sentirán convalidados en todos y cada uno de sus abusos? La solución, el lunes.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista