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Tribuna
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La economía española, en un momento singular

El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar las cifras de crecimiento de la economía española en el primer trimestre de 2007. Comparando este dato con el que se alcanzó, en igual periodo de 2006, el aumento de la producción ha sido del 4,1%.

Se confirma una vez más que nos encontramos en una fase de expansión de la actividad económica que tuvo su inicio en el segundo semestre de 2002. Por tanto, llevamos 17 trimestres consecutivos durante los cuales avanza la economía de forma permanente. Ahora bien, si en lugar de comparar los datos del trimestre recién pasado con los de hace un año, nos fijamos en un periodo más próximo, el que ha transcurrido entre los tres últimos meses de 2006 y los tres primeros de 2007, vemos cómo la variación intertrimestral de la producción ha aumentado en un 1,1%.

Ambos datos muestran que el crecimiento es alto, que además se está desarrollando dentro de un ciclo largo, el más largo de cuantos conocemos en la reciente historia económica de España, que por su duración ya debería estar dando señales de maduración.

Pues bien, no es así, lo que acabamos de conocer señala que el crecimiento se acelera. Es más, la pujanza que posee es tal que está siendo capaz de mantener una fuerte dinámica económica, gracias a la que ha podido conectar -de forma beneficiosa-, con la recuperación de la coyuntura en la zona euro.

Uno de los resultados de este mejor ensamblaje está siendo la modificación que se está produciendo en su composición interna. El sector exterior durante 2004 y 2005 restó al crecimiento de la economía casi dos puntos. Si bien, en 2006, cuando la recuperación en la UE se ha dejado sentir, esa reducción pasó a quedar limitada a algo menos del 1%. En el trimestre que acaba de transcurrir del año 2007, la detracción que ha producido el sector exterior se ha reducido aún más, llegando a ser tan sólo de siete décimas.

Este reequilibrio conseguido entre demanda interna y externa es producto del afán de sostener sólidamente la presencia de los productos españoles en los mercados, haciendo para ello un uso cada vez más creciente de los recursos disponibles: hoy hay más ocupación, más producción y más ingresos tributarios. Pero, además, a la vez que esto ocurría se atenuaban las desviaciones de gasto que situaban la generación de valor añadido en el exterior.

Es en el dinamismo de la inversión en equipo donde se encuentran las otras mejoras adicionales que se le producen a la aportación al crecimiento. Los datos que ahora se conocen resultan consistentes, ya que no hacen otra cosa que servir de catalizador de una serie de indicadores que, mes a mes, vienen apareciendo. Los avances en la producción industrial, en la cartera de pedidos, los de afiliación a la Seguridad Social, las importaciones, la utilización de la capacidad productiva, todos ellos reflejan cómo en la economía española se ha desencadenado un clima favorable a la buena marcha de los negocios.

Estos fenómenos no podemos verlos aisladamente. Es más, la marcha de la economía en el mundo de la globalización transcurre por un sendero estrecho, en el que resulta complejo el encontrar la pauta del progreso.

Nosotros llevamos algún tiempo caminando por ese territorio. Esa es la verdadera singularidad de este momento. El prisma donde debemos situarnos obliga a encadenar cuanto sucede. En ese sentido las perspectivas que van conociéndose respecto de cómo pueden evolucionar los acontecimientos señalan que hay razones fundadas en creer que el proceso de la mejora continuará desarrollándose entre nosotros. En los dos próximos años el crecimiento se situará por encima del 3,5% por lo que nos mantendremos en niveles elevados. En este tiempo la fortaleza de la actividad tiene que servirnos para que los diseños de política económica pongan énfasis en la reducción de los desequilibrios. De ser así, se habrá invertido el enfoque. Durante bastante tiempo eran los desajustes quienes limitaban la expansión y la mejora de la economía. Ahora está ocurriendo lo contrario, desde las posibilidades que proporciona un buen momento económico, la sensatez de la política económica se debe dirigir a aminorar los desequilibrios.

Todo este panorama donde adquiere un reflejo más intenso es en el seno del mercado de trabajo. Veámoslo. Después de muchos años durante los cuales el rasgo más distintivo del sistema productivo en España era el de que resultaba poco capaz de crear puestos de trabajo, estamos viviendo una circunstancia radicalmente diferente.

En el trimestre que analizamos, el empleo ha crecido a un ritmo de un 3%, lo que supone una creación neta de 555.000 puestos de trabajo a tiempo completo en un año. Coincide con lo que viene sucediendo desde el inicio de la unión monetaria. España es la nación de la zona euro en la que se ha creado más empleo. Se han aportado desde aquí 4,7 millones a los 13,2 millones generados en toda el área. Esto supone el 35% del total, más de tres veces nuestro peso relativo. Como consecuencia, la tasa de ocupación se ha elevado en 16 puntos, mientras que el paro se ha reducido en 14 puntos, situándose en un 8%.

Todos estos datos han de servir para orientarnos, ya que estamos creando una base sólida desde la que dar continuidad a la trayectoria reciente, en la que podamos apoyarnos a la hora de desplegar los servicios públicos y de desarrollar eficaces políticas sociales. En definitiva, construimos el soporte necesario para que, de ahora en adelante, España sea una sociedad más igualitaria.

Francisco Fernández Marugán. Diputado del PSOE por Badajoz

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