_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La apuesta de los centros comerciales

La situación de la economía y la evolución de los últimos años exige evolucionar más rápidamente si cabe y adaptarse a un marco cada vez más competitivo. La globalización condiciona nuestro futuro y demanda cambios profundos de actitud para los próximos años. La nueva sociedad se adapta a mayor velocidad de lo que cabía imaginar a los nuevos esquemas que imponen las propuestas y novedades del vertiginoso avance tecnológico.

Durante los últimos 25 años, especialmente nuestro país ha vivido un cambio sin precedentes, que se ha producido de forma paralela al fenómeno de los centros comerciales. En esta nueva sociedad, los centros comerciales han sabido encontrar nuevas fórmulas y nuevos espacios de convivencia. Han sabido representar la expresión de un sector imaginativo y dinámico que ha demostrado una gran capacidad de adaptación para atender las demandas y exigencias de los nuevos consumidores.

Hoy, los centros comerciales representan la modernidad en un esquema cuya principal característica es su capacidad de adaptación. Los nuevos centros demuestran a diario su tirón porque son modernos, completos y divertidos.

La nueva sociedad se muestra menos preocupada por el abastecimiento de bienes de primera necesidad o de comida como objetivo número uno y piensa más en aspectos como el ocio compartido. El nuevo ciudadano tiene la urgencia de estar, de ver, compartir y, al final, sentirse en el lugar adecuado en el momento justo. El acto de la compra ha dejado de ser un hecho aislado y premioso, e incluso fastidioso, para convertirse en un acto social de características familiares en el que lo importante es la convivencia y lo que podríamos llamar la compra sensual. El estilo de vida que pudo parecer durante un tiempo un simple eslogan de otra cultura ha trasladado su perfil para acabar imponiendo una fórmula que es competitiva como bien de inversión y como área económica de oportunidad.

Estamos ante un nuevo concepto de sociedad en el que el entretenimiento durante el tiempo libre define la mayoría de los comportamientos. Por ello, la concepción de los espacios de compra tiene que responder a un diseño y un contenido que satisfaga esta exigencia esencial.

La sociología del comercio muestra una tendencia al marquismo para llamar la atención de un cliente mejor informado y más segmentado. Un cliente multiperfil, según los momentos y los productos, que muestra un creciente aprecio por el tiempo libre en una disociación por actos de compra entre alimentación y cotidianos, por un lado, y ocio, moda y comparativos, por otro. Al mismo tiempo, hay una diferenciación del consumidor económico, que valora tiempo y precios, y recreativo, más atento a la calidad y al servicio.

En todo caso, distribución y comercio son sectores de actividad cada vez más obligados a atender al consumidor como su destinatario último. Por ello, la tendencia es clara: la fórmula centro comercial, que aporta flexibilidad y capacidad de adaptación, es la clave del éxito. Alguna vez se entenderá el trabajo que esta industria ha desarrollado en España, como elemento de diálogo y entendimiento entre comercio y distribución. De hecho ya es así y una prueba de ello son los más de 1.500 millones de personas que visitan cada año los centros de nuestro país.

Nos situamos en un esquema que es nuevo y al mismo tiempo necesita adaptarse inmediatamente a las cambiantes demandas y exigencias, el comercio no se puede encerrar en falsos debates o viejas polémicas. La nueva situación demanda flexibilidad, imaginación para entender los nuevos conceptos y, además, adaptarlos con rapidez y seguridad. En esta nueva frontera en la que a diario el horizonte deja de serlo para convertirse en el presente más inmediato, las claves que nos pueden trasladar al éxito son claras e irrenunciables. Se definen en tres palabras: capacidad de adaptación.

La liberalización de la economía precisa acelerar el ritmo y ampliarse a todos los ámbitos y sectores. Sobre todo a los que muestran una especial sensibilidad por adaptarse. Uno de éstos es, sin duda, el de los centros comerciales, que viene demostrando un empuje y capacidad de innovación ejemplares, a la vez que altamente rentables para el conjunto de la economía y la sociedad.

El éxito de los centros comerciales no se basa simplemente en garantizar una oferta a buen precio. Es algo de mayor alcance y envergadura, tanto social como económica. Es la interpretación ajustada en cada momento a las necesidades del hombre moderno y la capacidad de facilitar los medios para atenderlas. Para asumir los cambios, la nueva sociedad debe estar claramente a favor de la libertad de consumidores y comerciantes. Ellos tienen que ser únicamente quienes decidan los mejores momentos para encontrarse y entenderse.

Ganar el futuro exige entender los cambios profundos que vivimos y trabajar sin descanso para que la libertad garantice el desarrollo de las nuevas propuestas que triunfan en la sociedad de nuestro tiempo. Es el caso de los centros comerciales, una apuesta de modernidad para afrontar los nuevos retos que nos esperan.

Javier García-Renedo. Presidente de la AECC (Asociación Española de Centros Comerciales)

Archivado En

_
_