El legado de Blair
El primer ministro británico, Tony Blair, ha anunciado que dejará su cargo el próximo 27 de junio, tras 10 años en el poder. Pese al debate sobre sus logros, casi nadie cuestiona que Blair deja al Reino Unido en una situación mejor de cómo lo encontró: un país más moderno y progresista gracias a 10 años de prosperidad continuada, con más empleo y menos inflación y deuda.
Entre sus logros destacan la devolución de Gales y Escocia, la independencia del banco central, el establecimiento de un salario mínimo, la reforma de la Cámara de los Lores, o la incorporación a la Convención Europea de Derechos Humanos. Además medidas como la legalización de las uniones del mismo sexo, la ley de igualdad en el trabajo, su campaña contra la pobreza, o las inversiones masivas en servicios públicos como la sanidad y la educación han contribuido a hacer al Reino Unido un país más justo y solidario, y han facilitado un cambio cultural que hace que los británicos acepten mejor la diversidad y que sea uno de los países que mejor se ha adaptado a la globalización. Todavía hay problemas importantes como el incremento de las desigualdades, las diferencias de renta entre regiones o la integración de los inmigrantes.
Su legado más importante, sin embargo, no va a estar en el terreno de las estadísticas sino en el de la política. Blair ha ganado las elecciones tres veces consecutivas, algo que muy poco políticos han conseguido. Su principal éxito ha sido que ha conseguido redefinir las fronteras ideológicas. Con su promoción de una Tercera Vía y su transformación del Partido Laborista (PL), Blair ha sido capaz de cambiar la naturaleza del debate político.
Por importante que sea, el fracaso de su política en Irak no debe oscurecer los éxitos del primer ministro británico en otras áreas
En los ochenta, con Margaret Thatcher en el poder, pocos se atrevían a postular un papel mayor para el Estado, a proponer una subida de impuestos, o a defender que el sector público puede también contribuir a solucionar problemas y prestar servicios de calidad. Pese a que sigue habiendo debates sobre la relación entre el individuo y el Estado, hoy casi nadie cuestiona el papel del sector público, ni se discute que no hay que elegir forzosamente entre la equidad o la justicia social y la eficiencia, que por fin se aceptan como compatibles.
El debate se centra fundamentalmente en la calidad de los servicios y en el equilibrio entre el sector público y el privado. La idea central de su programa, que la labor fundamental del Gobierno es la de vincular un buen rendimiento económico con el desarrollo de una sociedad más justa y solidaria, se ha convertido en el paradigma para Gobiernos y partidos del todo el mundo. Hasta los conservadores han dejado de proponer bajadas de impuestos como eje de su discurso.
Además, antes de su llegada al poder el PL era un partido marcado por el idealismo y muy limitado por corsés ideológicos (a veces radicales) que le convirtieron durante décadas en una alternativa limitada a los conservadores, incapaz de mantener el poder durante más de una o dos elecciones seguidas. Blair deja a hora un partido socialdemócrata sólido y moderno que se ha convertido en un referente ideológico para otros partidos de izquierda de todo el mundo. Por último Blair ha vuelto a posicionar al Reino Unido en el corazón de Europa y ha jugado un papel importante en la UE en temas como la ampliación, las reformas económicas o Turquía.
El Reino Unido y el mundo están pagando un precio muy alto por el fiasco de Irak, y parte de la responsabilidad queda a los pies de Blair que no ha querido usar su influencia para tratar de cambiar el curso de los acontecimientos. Sin embargo este fracaso, por importante, no debe de oscurecer sus éxitos en otras áreas. Gracias en gran parte a su labor mediadora los Unionistas y los Republicanos acaban de firmar un acuerdo histórico para colaborar en el gobierno de Irlanda del Norte. También ha liderado esfuerzos internacionales contra el cambio climático y a favor de condonar la deuda de los países más pobres. Por último, su discurso en Chicago en 1999 es una de las mejores articulaciones sobre las implicaciones de la interdependencia y a favor del intervencionismo humanitario, lo que le llevo a defender activamente la intervención en Kosovo.
Tras 10 años sus cifras de popularidad se han erosionado, en particular por su apoyo a la guerra de Irak. Pese a esta tragedia, la historia será benevolente con su legado. Europa y el mundo serían mejores lugares si hubiese más líderes así, que actúan en base a sus convicciones y principios.
Sebastián Royo. Decano de la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard.